Viernes, 22 de Noviembre 2024
México | PERGEÑO POR VÍCTOR E. WARIO

Desfiguros partidistas

Los dirigentes de las llamadas ''tribus'' perredistas se han empeñado en reeditar la historia de las divisiones una y otra vez

Por: EL INFORMADOR

Víctor E. Wario.  /

Víctor E. Wario. /

El Frente Democrático Nacional (FDN) que postuló al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas a la Presidencia de la República en 1988, y que tuvo en vilo al sistema político electoral dominado por el PRI, hasta que se cayó (y se “calló”), no era propiamente un frente de izquierda. Todo lo contrario: se trataba de un esperpento que aglutinaba a muertos vivientes como el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) o el Partido Popular Socialista (PPS), que de popular no tuvo más que el nombre y de socialista nada; había también franquicias que medraban con las migajas del presupuesto público y con negocios hechos con base en chantajes, como el del frente cardenista, etc.

Desde luego, hace veintitantos años como ahora, en la alianza electoral que respaldó al hijo del general, había un núcleo duro de ex priistas, incluyendo al propio Cárdenas y sus más cercanos, que habían estado con él en el Gobierno de Michoacán. Pero, aunque fuera de última hora, en aquel emblemático ’88 grupos relevantes de la auténtica izquierda terminaron arropando la candidatura presidencial del ingeniero, que puso en jaque al imbatible PRI que postuló a Salinas de Gortari.

El punto es que en aquellas fechas lo “antinatural” de la alianza de semejantes fuerzas no entrampó la marcha de la campaña electoral de la oposición y sí, en cambio, fue germen para el nacimiento de un vigoroso movimiento de izquierda que culminó con la fundación del Partido de la Revolución Democrática (PRD), que acaudilló por un buen tiempo Cárdenas Solórzano. Esa izquierda partidista tuvo una presencia marginal, fue perseguida y sometida a la violencia del Estado, entró en los vaivenes de los liderazgos que la llevaron a perder oportunidades de conquista de posiciones de gobierno y representación legislativa, pero finalmente se consolidó como una fuerza con presencia (casi) nacional, ganando algunas gubernaturas, hasta rozar otra vez la victoria en la presidencial en 2006.

Pero los dirigentes de las llamadas “tribus” perredistas se han empeñado en reeditar la historia de las divisiones una y otra vez. No han querido forjar una institucionalidad suficientemente sólida como para respetar y hacer respetar su propia normatividad, garantizar procesos electivos limpios, reconocer al adversario y trabajar en conjunto para ampliar su base social y su estructura electoral. Se han ido por la fácil y cada quien ha administrado su parcela, despojando al otro de la suya en cuanto se descuida.

Así siguen hasta la fecha. El PRD ha recibido oxígeno para mantenerse en territorio de terapia gracias a las alianzas con los panistas. Vive una lucha a muerte de sus protagonistas principales por la candidatura presidencial de 2012 y pende de un frágil equilibrio de fuerzas internas. Lo que ocurra el domingo en el Estado de México, en una consulta electoral que tiene todo, menos un candidato viable, puede marcar el futuro inmediato de los perredistas: quedarse en la farsa, avanzar en el reconocimiento de sus errores y la búsquedas de vínculos con amplios sectores sociales que no aborrecen ni estigmatizan las políticas de izquierda, o descender a los infiernos para terminar de hacerle el servicio al viejo priismo de Peña Nieto y Moreira que vivirá su propia farsa. Pero eso… es otra historia.

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