Lunes, 25 de Noviembre 2024
México | POR MARÍA PALOMAR

De lecturas varias

Se publicó en español en el año que termina una larga conversación sobre los libros entre Umberto Eco y Jean-Claude Carrière

Por: EL INFORMADOR

María Palomar.  /

María Palomar. /

Se publicó en español en el año que termina una larga conversación sobre los libros entre Umberto Eco y Jean-Claude Carrière, entrevistados por Jean-Philippe de Tonnac, quien hace un fino trabajo de edición para que el lector participe en algo parecido a una serie de maravillosas sobremesas. La traducción (regular) es de Helena Lozano Miralles; la obra, titulada Nadie acabará con los libros, está publicado por Lumen.

Desde el papiro hasta la memoria electrónica, unos cinco mil años desfilan ante el lector a través de la conversación entre el semiólogo y novelista italiano y el escritor y guionista francés.

Se nota que se la pasaron muy bien platicando entre sí y con el entrevistador-editor, porque comparten muchas cosas: ambos nacieron a principios de la década de 1930, tuvieron una educación clásica, estudiaron historia y, sobre todo, les encantan los libros, acerca de los cuales tienen muchísimo que decir y que contar.

De repente sueltan observaciones que suenan tan, tan obvias que parecen una auténtica revelación: “el libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras.

 Una vez que se han inventado, no se puede hacer nada mejor. No se puede hacer una cuchara que sea mejor que la cuchara”.

Puede que el libro electrónico sea muy buena idea para ciertos propósitos: “es evidente que un juez se llevará a casa con mayor facilidad las veinticinco mil páginas de escritos de un proceso en curso si las guarda en un libro electrónico”.

Pero en términos generales los interlocutores coinciden en que el libro común y corriente tiene todo para salir ganando contra cualquier rival: los libros antiguos (o simplemente viejos) que coleccionan con tanta pasión Eco y Carrière se leen con facilidad y además es un placer tenerlos en las manos, mientras que leer un CDRom de hace diez años, o un floppy o disquette, además de incómodo, resulta cada vez más complicado, a menos que tengamos guardadas y funcionando todas las generaciones de computadoras que se han ido sucediendo a la velocidad de la luz en las últimas tres décadas.

El asunto de lo que se llama “el soporte” del conocimiento o la creación literaria es clave en estas reflexiones: el papiro o el papel es frágil y perecedero, las bibliotecas tienen la inveterada costumbre de quemarse, desde la de Alejandría hasta la de Octavio Paz.

En esas incontables catástrofes (a las que hay que sumar inundaciones, saqueos, guerras, censuras, incuria, etc.) no sabemos qué tantas obras maestras se hayan perdido, unos pocos de cuyos nombres conocemos sólo por referencias de terceros.

Pero tampoco los inventos actuales son garantía de conservación a largo plazo, ni siquiera a mediano. Y el azar siempre ha desempeñado su misterioso papel en la suerte que corren las obras humanas.

Nadie acabará con los libros es un homenaje divertido y bonito a la cultura entendida como una larga conversación, como aguijón de la curiosidad y como gusto de vivir.

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