México | POR MARÍA PALOMAR De lecturas varias Los ganadores son a veces ya muy conocidos, a veces no, o sólo en el ámbito de las letras de su país o su lengua Por: EL INFORMADOR 1 de agosto de 2010 - 05:05 hs María Palomar. / Mucha especulación y escasísima información se tiene acerca de cómo y por qué deciden los misteriosos señores de la Academia Sueca quién va a recibir el premio Nobel de literatura, pero cada año, cuando se acerca la fecha del anuncio, se hace mucho ruido. Los ganadores son a veces ya muy conocidos, a veces no, o sólo en el ámbito de las letras de su país o su lengua. Debe ser complicadísimo escoger a los escritores; para empezar, si se pretende juzgar la calidad literaria, habría que saber leer en su idioma a cada uno, cosa más que dudosa en muchos de los casos. Porque sin duda la mayoría de los señores suecos deben saber leer francés, inglés, alemán, y unos pocos italiano, castellano o ruso, ¿pero turco, chino, árabe, polaco, hebreo? En fin. Quién sabe cómo se asesoren, pues deben hacerlo, y quién sabe cómo elijan la procedencia del ganador (últimamente se les nota cierto afán progre en plan de diversidad, género y otras frutas de la estación). A veces parecería que la lista de los escritores no nobelizados (Proust, Joyce, Borges, por sólo nombrar tres) es de más entidad que la de los premiados, sobre todo porque ha habido más de alguno muy dudoso (Cela, Le Clézio, Morrison). Pero bueno: de repente le atinan los señores suecos y la mayor parte de los lectores más o menos enterados quedamos muy contentos. Como en el caso de Orhan Pamuk, el primer turco que gana el Nobel (en 2006) y que ya desde antes tenía parte de su obra publicada en otros idiomas. Desde 1992 estaba en español el precioso El castillo blanco (que Edhasa publicó originalmente con el título de El astrólogo y el sultán, y luego Mondadori sacó con el otro nombre). Después salieron Me llamo Rojo y Nieve, y ya después del Nobel se han ido publicado El libro negro, Otros colores (textos cortos) y La maleta de mi padre, que incluye el magnífico discurso de la recepción del Nobel, que lleva ese título. También a finales de 2006 se publicó Estambul, y el año pasado El museo de la inocencia. Ambos tienen como escenario y a la vez como protagonista a la ciudad en que Pamuk creció en las décadas de 1960 y 1970, una capital con milenios de riqueza y prestigio dilapidados en la imparable decadencia del subdesarrollo del siglo XX. A pesar de la lejanía y de las enormes diferencias, hay una curiosa resonancia para el lector mexicano en la visión nostálgica de Pamuk sobre su ciudad y su mundo. La ciudad que se desmorona es evidencia (y metáfora) de cómo un país que quiso dar un salto “revolucionario” se quedó atrapado en sus contradicciones y sus complejos, cómo una elite ilustrada se convirtió al rastacuerismo más irredento en su afán por copiar superficial y torpemente lo que considera moderno, cómo van ganando terreno día con día la ignorancia, la intolerancia y el autoritarismo populista... En 2005 a Pamuk estuvo a punto de costarle la libertad su franqueza respecto de las masacres de armenios y curdos por el gobierno de Turquía (ya había arriesgado el pellejo antes, cuando fue el primer escritor del mundo islámico que defendió a Rushdie). Los escritores de todo el mundo salieron en su auxilio y los mandamases de Ankara no se animaron a seguir adelante con su papelón. Afortunadamente, el Nobel vino el año siguiente a darle algo más de seguridad contra sus propios paisanos. Temas Tertulia De lecturas varias Lee También Lecturas para niños para el Día de Reyes 5 Lecturas para lograr un estado de serenidad en este Día Internacional de la Paz Libros para empezar a leer Qué leer: Nuevas propuestas editoriales Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones