Viernes, 29 de Noviembre 2024
México | Por María Palomar

De lecturas varias

La exposición que abrió el miércoles 24 en el Hospicio Cabañas, José Clemente Orozco, pintura y verdad, es una muestra de la que estarían orgullosos en París o Nueva York

Por: EL INFORMADOR

La exposición que abrió el miércoles 24 en el Hospicio Cabañas, José Clemente Orozco, pintura y verdad, es una muestra de la que estarían orgullosos en París o Nueva York. Es también la primera en más de treinta años en presentar un panorama general de la obra de uno de los mayores artistas del siglo XX.

El Gobierno del Estado y el Ayuntamiento de Guadalajara tendrían que estar aprovechando una exposición tan significativa como ésta para promover el turismo cultural en los medios nacionales e internacionales.

En cualquier ámbito local resulta fácil revolver glorias municipales con auténticos genios universales: basta con ver la concurrencia de la Rotonda. Las devociones locales son legítimas y (por lo general) respetables, pero son pocos los auténticos garbanzos de a libra. Hablando en serio: cuando se trata de las artes plásticas del siglo XX, si los mexicanos nos queremos poner al tú por tú con el mundo entero no tenemos más alto argumento que José Clemente Orozco. El de Zapotlán fue un genio absoluto, indiscutible, que muchas veces puede no gustar, o incluso repeler o amedrentar al espectador, resultarle insoportable. Lo que no se puede negar es la calidad impecable, aplastante de su obra, que también deja patente su insobornable repugnancia frente al poder, su calidad única, su eminencia solitaria sin bandería ni consigna. Como reza el subtítulo de la exposición, Orozco fue un pintor que siempre gritó la verdad: incorruptible, desafiante, malhumorado hasta el límite (no hay sonrisas, sino muecas: sólo hay que ver el desfile de esperpentos de sus caricaturas). ¡Pero qué fuerza y qué verdad desnuda la de sus hombres, sus filas de mujeres dolientes, sus máquinas implacables, sus paisajes desolados! Es también el pintor culto sin alardes, en el que un Gólgota nos remite al Greco y en el que hallamos a Goya como espíritu tutelar de negrísimas escenas. ¡Y qué decir de la breve pero espléndida hilera de retratos de la primera sala!

Mucho hay que agradecer el trabajo esmerado y generoso de Miguel Cervantes y sus colaboradores en el montaje de esta exposición y todo lo que éste implicó. El resultado mismo es el más claro homenaje a su profesionalismo.

Ojalá se logre atraer a un público numeroso y entusiasta. Además, lo ideal sería poder visitar la exposición dos o tres veces. No sólo porque recorrer diecinueve salas es mucho y el simple cansancio impide, a partir de cierto momento, apreciar las obras, sino también por los muy contrastantes estados de ánimo que despiertan en un espectador atento. Es de esperar que el Instituto Cabañas ofrezca visitas guiadas y las promueva en las universidades y escuelas del Estado.

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Un acto de justicia que honra a Guadalajara fue el homenaje al maestro Ernesto Flores, celebrado el viernes 26.

Muchas felicidades, maestro.

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