Martes, 26 de Noviembre 2024
México | POR MARÍA PALOMAR

De Lecturas Varias

Cada año, con puntualidad de reloj, la escritora belga Amélie Nothomb publica un libro

Por: EL INFORMADOR

María del Palomar.  /

María del Palomar. /

Cada año, con puntualidad de reloj, la escritora belga Amélie Nothomb publica un libro. No todos son del mismo calibre, pero hay muchos excelentes y dos o tres realmente memorables, como Estupor y temblores, que en 1999 ganó el Gran Premio de la Academia Francesa, o Ni de Eva ni de Adán, que en 2007 tuvo el Prix de Flore.

El de este año se va a llamar Une Forme de vie y estará en las librerías parisinas el 19 de agosto: imposible mayor precisión.
 
Nothomb es uno de los personajes más peculiares y excéntricos de la escena literaria en francés: parece una especie de Morticia Addams medio punk; bonita, siempre de negro y con unos sombreros horrorosos.

Tiene un talento inmenso, un gran sentido del humor seco y sarcástico y, sobre todo, escribe una prosa extraordinaria.

Cada uno de sus libros se vende por cientos de miles de ejemplares (es el buque insignia de la editorial Albin Michel, de la cual también dice ser portera, pues se la vive en las oficinas y le toca recibir recados, abrir la puerta y demás).

Sus obras se traducen en todo el mundo; en español la han publicado Circe, Anagrama y Alfaguara, que han traducido unas quince de sus más de veinte novelas. También tiene obras de teatro.

Amélie Nothomb, hija de un diplomático belga, nació en Kobe, Japón, en 1967.
 
Su infancia japonesa está contada en Metafísica de los tubos. Después vivió en China (que le chocó tanto como le encantaba Japón) y en muchos otros países.

Al llegar a Bélgica a los 17 años se sentía extranjera y sola, así que se puso a escribir y desde entonces no ha parado.

Sus libros van de lo autobiográfico hasta la ciencia ficción, pasando por todo género de híbridos; una novelita de 1995 llamada Péplum es una larga conversación entre la escritora y un personaje del siglo XXVI que la abdujo para evitar que hiciera correr el rumor de que "los del futuro" habían provocado la erupción del Vesuvio que sepultó Pompeya.

Como resultaba que era cierto, pues se la llevaron. Nothomb dice con toda sencillez: "hago surrealismo: es una patología belga".

Los críticos, que es una especie aquí casi extinta pero que en Francia sí existe, suelen sentirse incómodos con Amélie Nothomb.

Como son inteligentes, no pueden negar que es una magnífica escritora, pero le reprochan su éxito de librería y su desparpajo para escribir, hacer y decir lo que le da la gana. Como a ella no le importa, y además es muy bien educada, sigue tan campante dando entrevistas y escribiendo a destajo.

Dice que trabaja entre las 4 y las 8 de la mañana y que cada año produce unas tres novelas, de las que sólo publica una.
 
Por varias razones, además de la evidente coincidencia generacional, entre los mexicanos de esa rodada (no mucho que presumir ahí) con el único con el cual Nothomb tiene algunos rasgos en común es con el estupendo Xavier Velasco: una gran capacidad narrativa, buen sentido del humor, gusto por lo estrafalario y una agradecible lejanía de los tópicos biempensantes que todavía abruman a muchos escritores de la segunda mitad del siglo XX.

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