Domingo, 20 de Octubre 2024
México | Tren Parlamentario

De Honduras a Guadalajara, pasando por Xicoténcatl

Por Vicente BELLO

Por: EL INFORMADOR

Guadalajara apareció súbitamente por ese recodo de la historia en que se convirtió ayer el Congreso mexicano, a la hora en que recibía a José Manuel Zelaya Rosales, el presidente de Honduras. Sí, la ciudad mexicana aquella en que se erigirá como la parada más próxima de Barack Obama.

“El presidente Obama”, decía Zelaya en la tribuna de Xicoténcatl, “viene para Guadalajara, Jalisco, entiendo yo, dentro de un par de días, y tendrá una plática sobre este tema con el presidente Felipe Calderón Hinojosa, que nos ha ofrecido todo su apoyo”.

Para unos, el presidente “itinerante”; para otros, “el depuesto”. Zelaya Rosales estaba pronunciando, desde lo más alto del Senado mexicano, un discurso tan histórico como histórico ha sido el respaldo que ha recibido del presidente de México y del Poder Legislativo mexicano.

“Estados Unidos”, remachaba el hondureño, “tiene que entender ese mensaje. Se ponen en riesgo si empieza a surgir la violencia en América Latina. Ningún pueblo va a aceptar retroceder, ninguna sociedad va a aceptar perder los derechos y conquistas que ha tenido durante un siglo para hoy en el siglo XXI empezar a retroceder, simplemente porque la comunidad internacional no tenga los mecanismos necesarios”. Y reiteraba: “Y si no los tienen, hay que crearlos”.
Era un discurso que se ramificaba en varias vertientes.

Zelaya –a 38 días del cuartelazo aquel- había tildado al gobierno de Obama de “tibio”, porque teniendo Honduras una gran dependencia económica y aun militar de Estados Unidos, los golpistas seguían allí aun cuando, queriéndolo Estados Unidos, podrían caer en cinco minutos.

Y alertaba a Obama: “Ha sido traicionado en su buena voluntad; en primer lugar, trató con mano blanda a los golpistas, porque los golpistas son terroristas de la violencia”. Un golpe, decía, que había sido promovido por “la derecha recalcitrante de las ambiciones eminentemente económicas y por los halcones de Washington”.

Son los que quieren, seguía Zelaya diciendo, “que los pueblos se subleven, a que vuelva a proliferar la violencia que había antes de los 80, a que vuelvan a nacer las guerras ideológicas, entre derechas e izquierdas”.

Otro ramal del discurso: el derecho internacional. Desde la tribuna más alta del Congreso mexicano en tiempos de receso, la de Xicoténcatl, Zelaya Rosales afirmaba que el derecho internacional “que se vuelve interno debe tener tipificaciones de delitos claros cuando existen violaciones que ponen en riesgo la seguridad de los países; la seguridad de los vecinos; la proliferación de la violencia, y al mismo tiempo que irrumpen en forma abrupta rompiendo todos los cánones que hemos aceptado nosotros como seres humanos en el siglo XXI”.

El derecho internacional no ha sido un tema fácil para ningún Congreso o Parlamento en el mundo. Voces en el pasillerío evocaban argumentos ya conocidos en el Parlamento Latinoamericano y en la Unión Interparlamentaria Mundial. Argumentos como el de que hace falta con urgencia para el mundo que se legisle fabricando leyes internacionales, sea reforzándolas o sea creándolas, para combatir, fundamentalmente, a un creciente crimen organizado, pero también a factores fácticos cuya fuerza suele trascender a los países.

Ahora, con lo que decía Zelaya, se estaba agregando un nuevo factor: el de los golpes de Estado.
Afirmaba el presidente de Honduras: “La democracia es un valor intangible para los pueblos pobres de América Latina; es la forma en que tenemos para cambiar presidentes, para quitar presidentes, y también para empezar a opinar. Nosotros no estamos dispuestos a ceder ante ese riesgo de empezar a perder esos derechos que hemos conquistado con sangre y fuego durante toda la historia”.

En una tercera vertiente de su discurso, Zelaya miró hacia figuras de democracia directa, como la consulta y la participación ciudadana. “Hay, pues, un riesgo de la seguridad continental cuando los golpes de estado empiezan a aparecer para detener procesos sociales, específicamente con consulta y participación ciudadana y organización del pueblo”., sentenciaba.

Este tema tocaba fibras sensibles en el Senado mexicano, pues son figuras democráticas que, por cierto, están comprometidas por partidos políticos como el PRI, PRD, PT y PC, para ser construidas legislativamente en la Legislatura que comenzará a partir de septiembre próximo.

Cuando Zelaya se fue de Xicoténcatl, en el pasillerío coincidían voces del PAN, PRD y PRI en un mismo sentido: son los mismos halcones que, teniendo un frente de guerra en México para vender armamento (el abierto por los narcotraficantes), ahora han pretendido abrir otro inventándose una nueva guerra en Centroamérica, que, por el momento, todavía no les ha cuajado.

Aquellos mismos, había dicho Zelaya, que habían apostado a que la comunidad internacional no lo apoyaría por el hecho de que estuviera reuniéndose con los presidentes latinoamericanos de Venezuela, Argentina, Brasil, Bolivia y Ecuador.
Cuando se fue el hondureño, en el Senado tirios y troyanos comenzaron entonces a mirar hacia Guadalajara, a donde todo el mundo esperará la respuesta de Obama al reto que le ha lanzado ayer, en Xicoténcatl, el presidente de Honduras.

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