Jueves, 28 de Noviembre 2024
México | LUCIÉRNAGA CIUDADANA POR GUADALUPE MORFÍN

Construir confianza

¿Qué cambiaría si los varones, al consumir sexo en los sitios de prostitución, se preguntaran si las mujeres que trabajan en ello son libres?

Por: EL INFORMADOR

Guadalupe Morfín.  /

Guadalupe Morfín. /

¿Qué cambiaría si los varones, al consumir sexo en los sitios de prostitución, se preguntaran si las mujeres que trabajan en ello son libres?

Lydia Cacho (Enamórala y véndela, EL INFORMADOR, 18/09/2010) habla de un perverso mecanismo de trata de personas para explotación sexual, aprendido de padres a hijos en varios pueblos de Tlaxcala, conocido sobre todo el de Tenancingo. Consiste en deslumbrar, enamorar, engañar bajo promesa de matrimonio y prosperidad asegurada, para luego retener, explotar, prostituir, maltratar, desechar. Para proteger a miles de adolescentes, potenciales víctimas de los tratantes de Tlaxcala, que han ampliado su acción a otros estados del Sur, ahí donde hay pobreza, desamparo y necesidades familiares y sociales sin resolver, es necesario alertar de este mecanismo sobre todo en ámbitos educativos, en el medio urbano y rural.

Entre 2008 y 2009, 140 toneladas de carteles y folletos informativos fueron editados y distribuidos en todo el país por la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas (FEVIMTRA), de la Procuraduría General de la República, con ediciones especiales destinadas a los gremios transportista y hotelero (incluidos los llamados centros nocturnos), dos de los agentes sociales más relacionados con el traslado y recepción de las víctimas de trata, y con los espacios donde se perpetúa su explotación, según la Organización Internacional para las Migraciones, una de las agencias que más conoce del tema.

Valiosos esfuerzos se suman a la urgencia de prevenir. Destacan el Centro Fray Julián Garcés, de la Diócesis de Tlaxcala; el Centro de Estudios e Investigación en Desarrollo y Asistencia Social (CEIDAS); refugios y albergues especializados; la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe (CATW-LAC), y distintas instituciones públicas federales y locales que trabajan en coordinación. Pero hay intensas tareas por hacer aún, sobre todo para romper con la tolerancia social hacia este delito que somete silenciosamente.

En septiembre de 2008, FEVIMTRA recibió en Nueva York el premio Abely, por parte de “Santuario para Familias”, el Departamento de Derecho de la Universidad de Columbia y el despacho de abogados Polk & Wardwell. Yo dirigía la Fiscalía y aproveché el viaje para encontrarme con dos mujeres joviales, las fiscales que hicieron posible desenmascarar al clan de los Carreto, tlaxcaltecas justamente sentenciados en Brooklyn. La investigaciones de aquéllas tuvieron éxito gracias a que hicieron sentir a las mujeres víctimas —encontradas en dos departamentos en Queens en compañía de sus explotadores, a quienes en un inicio no se atrevían ni a alzarles la voz, mucho menos a denunciar—, que podían confiar en la Fiscalía, que no las dejarían solas, que cuidarían de que estuvieran cubiertas sus necesidades.

Generaron un ingrediente muy difícil de construir en estos tiempos: confianza. Y eso implica la capacidad de mirar lo no visible a primera vista y buenas dosis de empatía, ternura. Ojalá los varones se preguntaran.

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