—''Ciudad hostil''

Unos tiempos traen otros. Se confirma que, como sentenciaban esos portentos de sabiduría que eran las abuelas de antes, así como los hay “de lanzar cohetes”, también los hay “de recoger varas”. Y aunque quizá aún no haya llegado la hora de declarar a Guadalajara “Ciudad Hostil”, es obvio que la etiqueta de “Ciudad Amable” que le quedó como traje cortado a la medida a lo largo de varias generaciones, ya no es, por desgracia, la que mejor le acomoda.

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Sería prematuro aseverar que, a partir de los episodios de la semana pasada (“más espectaculares que graves”, como bien dijo esta vez el gobernador de Jalisco), Guadalajara cambió.

Las autoridades y la sociedad civil asimilaron con serenidad los hechos ocurridos la noche del martes: “Se trató de un aviso —se concluyó—; no de un ataque”.

En cuanto a las reacciones, sólo algunas de las inmediatas cayeron en la trampa fácil de la estridencia, falseando los hechos. Las “redes sociales” (signo de los tiempos, para bien... y para mal) difundieron informaciones alejadas de la verdad e incurrieron en interpretaciones infundadas.

Dieron la razón a los críticos que, parafraseando a los de cierta revista que en un pasado reciente llegó a ser un fenómeno de penetración y de credibilidad (“Lo leí en tal revista” equivalía a proclamar un dogma) y a la que definían como “un océano de sabiduría con un milímetro de profundidad”, de las famosas “redes” han dicho que son “océanos de información... con un milímetro de responsabilidad”.

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Al margen de las medidas de seguridad que a nivel personal o familiar se hayan tomado, la reacción más notoria llegó de Estados Unidos: la prohibición a los empleados de la legación consular en Guadalajara, para salir de casa o hacer viajes interurbanos por la noche, y la “recomendación” a los turistas de extremar la cautela, viajar a Guadalajara sólo en caso necesario, y, de ser así, transitar por carreteras de cuota, de ordinario más seguras que las “libres”.

Falta ver qué tan eficaces resultan las medidas de seguridad que aplique la autoridad, especialmente porque quienes cobran por gobernar como si supieran, hicieron una costosa apuesta por Guadalajara al porfiar hasta conseguir la sede de los Juegos Panamericanos de este año...

Si de suyo el poder de convocatoria de esos eventos a nivel internacional es escaso, ya el tiempo se encargará de decir en qué medida aumenta o disminuye su atractivo en este caso concreto, considerando que la Guadalajara en que por estos días viven los tapatíos, no es exactamente la misma que promueven ciertos expertos en vender saliva endulzada que andan sueltos por ahí.