Martes, 26 de Noviembre 2024
México | Por: Rossana Fuentes Berain

Centroamérica otra vez

Por: Rossana Fuentes Berain

Por: EL INFORMADOR

En Honduras, hasta ahora, el que grita es el presidente de Venezuela y el que hace es el de México. La diplomacia es mejor cuando no se ve. La comunicación no sirve si el mundo no se entera. Pero sólo ambas combinadas pueden llegar a resolver el drama de este indeseable golpe de fuerza.

La paradoja, que parece más una “parajoda”, con la que el Presidente Felipe Calderón tiene que vivir en el conflicto actual respecto a cómo recobrar el orden constitucional en uno de sus vecinos centroamericanos, es la misma que se repite en muchos de sus actos de Gobierno: presuntamente está haciendo lo correcto, pero lo está comunicando mal.

El trabajo diplomático de México, que tiene una gran influencia en la región, es uno de los elementos apreciables por los cuales no se ha derramado la sangre entre los hondureños.

La canciller Patricia Rodas, a quien los militares le tenían especial animadversión por ser una de las correas de transmisión de la ideología chapista dentro del Gobierno hondureño, salvó la vida gracias a la tradicional política de asilo mexicana.

Patricia Espinosa y sus colaboradores han destinado muchos días, muchas horas a meter el cuerpo entre el bravucón del barrio que grita un día sí y otro también agárrenme porque lo mato, pero no cumple la amenaza de mandar fuerzas militares a combatir en territorio hondureño cuando abre, como lo hizo esta semana, una nueva superficie de choque regional con Colombia.

Y, ¿por qué habría de interesarle a México más allá de la tradición diplomática, que por cierto no es panista, el tema del riesgo potencial de violencia en Honduras? Pues no sólo porque en crisis es cuando se prueban los principios, sean personales o políticos, sino porque volviendo a los anales de la teoría del dominó, la pieza que cae y arrastra a otras, cuando se ve a Tegucigalpa, hay que temer por el resto: Guatemala, El Salvador, Nicaragua y hasta Panamá.

El temor es que encarrerados los que defenestran regímenes democráticos no vayan a caer en una lógica semejante a la de los hondureños, en cuanto a pensar que dirimir conflictos políticos en las calles o desde las barracas militares y no en los parlamentos o los juzgados, es el camino al poder.

Lamentablemente la historia de la cintura de América está plagada de variaciones alrededor de casos como el actual, en el que un mandatario electo democráticamente es despojado de la representación popular, u otros, que igual que él una vez que llegaron al poder por vía de las urnas se quieren quedar vitaliciamente en el puesto, porque se conciben como el único y verdadero salvador que puede solucionar centurias de pobreza y abandono.

La historia no deja lugar a dudas, y por principio debe condenarse la interrupción del orden constitucional. Quien no lo haga en un espacio del planeta donde las botas militares han aparecido con mucha frecuencia, corre el riesgo de hacerse cómplice de las peores prácticas de nuestro sub hemisferio. Ahí no hay matices. Punto.

No obstante, la interrupción del orden constitucional también debe definirse en un sentido más amplio, no sólo cuando hay armas o militares involucrados. El orden constitucional se configura no sólo del voto popular, sino también de la separación de poderes del correcto equilibrio de pesos y contrapesos dentro de una sociedad.

El presidente depuesto de Honduras, Manuel Zelaya, y el de Venezuela, Hugo Chavez, que lleva 10 años en el poder, han interrumpido el orden constitucional ellos mismos. El primero, a pesar de hacerlo al no atender a señalamientos de los poderes Legislativo y Judicial, no pudo concretar su perpetuación en el poder. El segundo, ojalá que esta semana que se reunieron en Costa Rica los mandatarios latinoamericanos, alguien haya tenido a bien recordarle que si sigue en el poder, es gracias a México.

Es cierto, para bien o para mal, la silenciosa diplomacia mexicana se plantó cuando al propio Chávez parte de su Ejército lo sacó a punta de pistola del Palacio de Miraflores el 11 de abril de 2002.

Así que él más que nadie debería de saber el valor de una gestión silenciosa y cuidar, cuidar mucho cómo se refiere a México en sus públicas y estruendosas comunicaciones, porque definitivamente lo deseable sería combinar diplomacia y comunicación, pero sin la primera el presidente Chávez no podría ejercer su incontinencia verbal, sino con los presos de su misma celda en alguna prisión militar.

ROSSANA FUENTES BERAIN / Profesora e investigadora de la Universidad de Guadalajara.

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