Miércoles, 27 de Noviembre 2024
México | LUCIÉRNAGA CIUDADANA POR GUADALUPE MORFÍN OTERO

Carta de amor por Jalisco, 2

Declaro mi amor por Jalisco, sus jacarandas, por el olor a leña dulce, preludio de fiesta íntima en los pueblos de la Ribera de Chapala en torno a los comales

Por: EL INFORMADOR

Guadalupe Morfín.  /

Guadalupe Morfín. /

En otro artículo, lectora/lector querido, seguí la sugerencia de Denise Dresser de escribir, en estos tiempos agitados, una carta de amor al país. Aquélla y ésta, las dedico a mi tierra. Y más ahora.

No es ocioso el ejercicio. Así como los buenos matrimonios echan memoria, en etapas turbulentas —cuál no las ha tenido— de lo mejor del amado elegido, y vuelven a evocar con fuerza eso que no muere porque es fuego del verdadero, así en estas horas aciagas del país, que ya son años de polarizaciones, violencia en los discursos y en los hechos, ejecuciones y duelos, es probable que, cantando lo que amamos de nuestra patria, encontremos energía para alentar nuestro tránsito, en ella y con ella, hacia una convivencia en paz.

No soy de las que dicen que el Presidente Calderón está equivocado en todo.

Somos una sociedad violenta y tenemos gobiernos de todos los signos que han cobijado, con honrosas excepciones, distintas formas de violencia en todos los ámbitos y poderes. Hemos sido cómplices, ciegos, insensibles o conformistas con tanta desigualdad, que es caldo de cultivo de rencores que se revuelven en violencia. Hemos tolerado la escandalosa impunidad de narcos, tratantes, polleros, extorsionadores, secuestradores, rateros, defraudadores, pederastas.

Los capos malosos de los cárteles son conocidos. Pero hay otros, más sagaces, escondidos, que sobreviven sin despeinarse, y no todos son calvos. A esos hay que desenmascararlos, y a unos y otros ponerles un alto según nuestras reglas legales.

Lo que sí haría, si me preguntaran, en lo federal, sería poner fecha para que las policías civiles asumieran ya plenamente lo que se le ha encomendado temporalmente a las Fuerzas Armadas; enfrentaría el tema de las drogas como un problema de salud pública, con mucho mayor presupuesto en prevención y rehabilitación de adicciones; afectaría el blanqueado de dinero con investigaciones pulcras y aplicación de la extinción de dominio en los bienes mal habidos; cumpliría las recomendaciones de los organismos de derechos humanos, nacionales e internacionales, y daría un empujón enorme a las áreas de desarrollo social, educación y salud, que son las decisivas en ésta que se ha llamado guerra y que sólo puede ser vencida con una sociedad no violenta, cohesionada, unida, capaz de confiar en sus vecinos y en sus autoridades. Chan chán.

Dicho esto, declaro mi amor por Jalisco, sus jacarandas, por el olor a leña dulce, preludio de fiesta íntima en los pueblos de la Ribera de Chapala en torno a los comales; por esa fiesta de guzguería que son los portales de la plaza en Tapalpa; por San Sebastián del Oeste, tiempo de otro siglo; por Hostotipaquillo, nombre sonoro y divertido; por Guachimontones, enigma de ruinas circulares.

Y porque con el jarabe y “Guadalajara” mi alma canta. Por la alfarería y los muros que inspiran nuestra mejor arquitectura. Y porque no matarán tanto anhelo de paz.

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