Sábado, 23 de Noviembre 2024
México | Impacto ambiental de los narcolaboratorios

Cada kilo de droga sintética genera cinco de desechos

La mayor preocupación está en la contaminación del agua, pues los residuos enterrados o liberados en arroyos pueden alcanzar los mantos freáticos

Por: EL INFORMADOR

El Ejército Mexicano quemó las 15 toneladas de precursores químicos para la elaboración de anfetaminas. ESPECIAL  /

El Ejército Mexicano quemó las 15 toneladas de precursores químicos para la elaboración de anfetaminas. ESPECIAL /

GUADALAJARA, JALISCO (27/FEB/2012).- En Jalisco la instalación de narcolaboratorios para la síntesis de metanfetaminas es un fenómeno que se presenta principalmente en el interior del Estado, de manera particular en municipios con un entorno  rural, incluso cuando se asientan en sitios urbanos se ubican en las afueras y lejanías poco pobladas que dificultan su detección.

En el periodo 2000 a 2012, cerca de 73% de estos centros de producción se encontraron en municipios fuera del Área Metropolitana de Guadalajara, considerando las estadísticas de la Sedena, la Secretaría de Marina (Semar), y la Secretaría de Seguridad Pública, Prevención y Readaptación Social del Estado de Jalisco (SSP).

La Administración de Control de Drogas de los Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés), calcula que, tratándose de laboratorios de metanfetaminas pequeños o de cocina (kitchen labs, los llama), los más comunes en Jalisco, la producción de desechos químicos se da en una proporción de uno a cinco, esto es, que por cada kilogramo de metanfetamina que se sintetiza, se generan cinco kilogramos de desperdicios peligrosos para el ambiente y la salud de las personas.

Conforme a esta información de la DEA, el decomiso de 15 toneladas de metanfetaminas que logró la Sedena el 7 de febrero de 2012 dentro de un rancho de Tlajomulco de Zúñiga, fue la tarjeta de presentación de un narcolaboratorio que debió haber generado, al menos, cerca de 75 toneladas de puro desperdicio químico que fue liberándose al ambiente sin ningún tipo de regulación; desechos que se perdieron en el agua, en el aire, en el suelo del lugar.

Cuando el Gobierno de los Estados Unidos advierte de la huella ecológica que deja la producción de metanfetaminas sabe muy bien de lo que habla: En el año 2001, del total de narcolaboratorios de estas sustancias que se detectaron en todo el mundo, 94% se encontró dentro de su territorio, una proporción que, sin embargo, ha venido disminuyendo (para 2006 era ya de 84%), conforme aumenta la síntesis de esta droga en México (las organizaciones criminales mexicanas se encargan de suministrar actualmente dos tercios de todas las metanfetaminas que consumen los vecinos del Norte).

Cuando más intensa era la producción de metanfetaminas en los Estados Unidos, ese país llegó a registrar más de 17 mil laboratorios y tiraderos clandestinos de químicos peligrosos, según lo precisa la DEA, lo que los llevó a elaborar todo un protocolo o procedimiento para la remediación de la contaminación de estos sitios.

Comparado con lo que llegó a ser la infraestructura norteamericana para esa droga sintética, la mexicana, con todo y su crecimiento, aún está muy lejos: La Procuraduría General de la República (PGR) informó apenas el 20 de febrero pasado que durante el mandato del Presidente Felipe Calderón Hinojosa, se han desmantelado 712 narcolaboratorios en todo el país, 592 de estos en la región centro del Pacífico Mexicano (de los cuales, al menos 163 debieron estar en Jalisco, según un recuento propio).  

Alerta en 2008

Por la gravedad del impacto ambiental a causa de los narcolaboratorios, hubo incluso una alerta directa para México por parte del Departamento de Estado de los Estados Unidos desde 2008, cuando le hizo saber que la remediación de la huella ecológica que dejan los “laboratorios” clandestinos requiere de personal altamente capacitado pero, sobre todo, de miles de dólares en inversión, así consta en el Reporte sobre la Estrategia Internacional para el Control de las Drogas de aquel año.  

Sean narcolaboratorios de escala industrial o pequeños (de cocina), dicen las Naciones Unidas y su Oficina contra la Droga y el Delito:“Sus operaciones son responsables cada año de daños ambientales significativos por la generación y desecho de residuos peligrosos generados durante los ciclos de producción. Los operadores ilegales frecuentemente se deshacen de los químicos sobrantes a través de una variedad de métodos dañinos para el medio ambiente: los entierran en el suelo; los liberan en el sistema de drenaje público o en riachuelos si se trata de áreas rurales, también por las cañerías de casas alquiladas y hoteles; les prenden fuego o los tiran trasladándolos en camiones. La mayor preocupación está en la contaminación del agua porque los residuos enterrados o liberados en arroyos son capaces de alcanzar los mantos freáticos”.

''INDUSTRIA'' EN ASCENSO

Van 27 laboratorios desmantelados

En lo que va de 2012,  la Secretaría de la Defensa Nacional informó de la detección de 27 narcolaboratorios en el país, 18 de estos en el Estado de Sinaloa, ocho en Jalisco y uno en Michoacán.

Durante el año 2011 la Sedena informó haber desactivado 192 narcolaboratorios en todo el país, esos mismos tres Estados concentraron el 91% de estas instalaciones, con Sinaloa a la cabeza (77), seguido por Jalisco (63) y Michoacán (34).

Jalisco, sin embargo, terminó 2011 con otros siete laboratorios desmantelados por fuerzas estatales y uno por la Armada de México. 


POR CONTAMINACIÓN, HAN DEMILODO CASAS EN EU

Remediar daños cuesta entre dos y tres mil dólares por caso


Las primeras etapas del proceso de remediación ambiental que diseñaron y llevan a cabo las autoridades norteamericanas para atender el impacto ecológico de un narcolaboratorio, explica la misma DEA, consisten en determinar los tipos de contaminación que se generaron en el sitio y las superficies sobre las que se encuentran, entonces se retiran los químicos sobrantes que aún persisten ahí, así como las instalaciones y equipos de producción.

Después viene lo más costoso, que es la extracción del suelo contaminado y, de ser muy alta la presencia de sustancias tóxicas, entonces se procede a la demolición de los inmuebles que se vuelven inhabitables luego de haber sido ocupados por las organizaciones criminales para la síntesis de las metanfetaminas.

Demoler fincas que fueron usadas como narcolaboratorios no es una exageración de los estadounidenses, lo comenzaron a hacer luego de que se dieran cuenta que las sustancias químicas que se requieren para formar las metanfetaminas se impregnaban o compenetraban altamente con los materiales de los inmuebles:

“Las metanfetaminas son particularmente alarmantes por su impacto ambiental”, dice el Reporte sobre la Estrategia Internacional para el Control de las Drogas de 2008, pues sus desperdicios “peligrosos y tóxicos” representan “riesgos medioambientales y a la salud inmediatos y a largo plazo”, no sólo para los inquilinos de los laboratorios sino para los vecinos de los mismos.

“Vapores tóxicos que se producen durante la síntesis (de las metanfetaminas) se impregnan en las paredes y en las alfombras de casas y edificios, a menudo haciéndolas inhabitables. La limpieza de estos sitios requiere entrenamiento especializado y cuesta miles de dólares por cada lugar”, concluye en ese documento el Departamento de Estado de los Estados Unidos.

Nunca en Jalisco se ha anunciado la demolición de una finca que alojara un narcolaboratorio por el nivel de contaminación, nunca tampoco de alguna que se haya determinado inhabitable por una autoridad ambiental. 

La Oficina contra la Droga y el Delito de las Naciones Unidas estima que la remediación ambiental de cada narcolaboratorio le cuesta al Gobierno de los Estados Unidos, en promedio, entre dos mil y tres mil dólares, sin embargo, hay otros antecedentes, como en Holanda, por ejemplo, donde tiraderos clandestinos de los químicos utilizados para estas drogas sintéticas requirieron de una inversión de 25 mil dólares para integrarlos en buenas condiciones al medioambiente.

En Camboya, en 2007, un narcolaboratorio de grandes dimensiones y detectado con 5.8 toneladas de precursores químicos que serían utilizados para los procesos de síntesis de metanfetaminas, necesitó una intervención por 200 mil dólares para la reparación del daño ecológico que se había ocasionado.

En el año 2001 se había detectado la producción de metanfetaminas en 46 de los 50 Estados de la Unión Americana, con las implicaciones ecológicas que ello implicaba. Dos años después, en 2003, el Centro Nacional de Información sobre Drogas (NDIC) de los Estados Unidos informaba:

“En los Estados donde la producción de metanfetaminas se ha extendido, el costo ambiental es severo. Los químicos de los tiraderos contaminan las provisiones de agua, mata al ganado, destruye áreas forestales, y vuelve áreas inhabitables. En California, sólo la limpieza de más de dos mil laboratorios de metanfetaminas y tiraderos costó 5.5 millones de dólares en el año 2001. Además, los incendios y explosiones en estos laboratorios han destruido edificios y hogares, lastimando a sus inquilinos y poniendo en peligro a los vecinos”, dice la Evaluación Nacional sobre la Amenaza de las Drogas de 2003.


QUÍMICA E HISTORIA

La llegada a México y Jalisco


Antes de México, las organizaciones criminales mexicanas desarrollaban la síntesis de metanfetaminas desde el interior de los Estados Unidos, donde controlaban esta producción química en los Estados del Oeste y Sudoeste de aquel país.

En el año 2001 los narcolaboratorios que operaban en esa zona les pertenecían, y ahí desarrollaron el “expertise” que luego trasladarían a México, para dejar de producir allá y entonces hacerlo desde aquí, y exportarlo ilegalmente posteriormente, principalmente por vía terrestre, en vehículos particulares y de transportación de mercancías, así sucede hasta ahora.

El Centro Nacional de Información sobre Drogas (NDIC) del Departamento de Justicia estadounidense, señala que los grupos criminales mexicanos utilizaban ya desde ese entonces (2001) un método para la síntesis de metanfetaminas que se les volvió característico, y que requiere ácido yodhídrico (en forma líquida es corrosivo, su ingesta ocasiona lesiones graves y su vapor irrita) y fósforo rojo (puede causar irritación en ojos y piel, también en pulmones si se inhala), además de los precursores químicos habituales como efedrina y pseudoefedrina.

Actualmente en México durante el proceso de producción de metanfetaminas se usan otras sustancias como sosa caustica (muy corrosiva, en altas dosis puede ser mortal), hidróxido de amoniaco (presente en niveles muy bajos en productos de limpieza doméstica, aunque el amoniaco en cantidades muy altas puede generar quemaduras muy graves), tolueno (se usa en la fabricación de medicamentos y perfumes, pero su inhalación en altas dosis tiene consecuencias mortales) y acetato de sodio (se usa como saborizante y conservador).

Muchos de los narcolaboratorios de California en los albores del siglo XXI estaban en manos de los grupos criminales mexicanos. Los precursores químicos los obtenían de otras organizaciones delincuenciales de origen asiático (armenios, jordanos, sirios, etcétera) asentados también en Estados Unidos y Canadá.

Entonces se dio una especie de diáspora de los productores mexicanos de metanfetaminas que estaban alojados en Estados Unidos. El reforzamiento de las medidas que implementó el Gobierno estadounidense para restringir el ingreso de precursores químicos, llevó a que los cárteles mexicanos transfirieran la producción de metanfetaminas a México, así lo apunta el mismo NDIC.

Los narcolaboratorios primero comenzaron a instalarse en las entidades federativas fronterizas, pero ante una mayor vigilancia, emprendieron un nuevo recorrido hacia el sur para bajar a los Estados del Centro del país, Jalisco entre estos precisamente, según lo ha apuntado la Oficina contra la Droga y el Delito de las Naciones Unidas (UNODC). 

Como unos nuevos “primeros pobladores” deambularon hasta asentarse y encontrar, no las mejores tierras para habitar, sino las condiciones propicias para desarrollar sus actividades ilícitas. Se ha demostrado también que la cercanía de los puertos de Lázaro Cárdenas, en Michoacán, y Manzanillo, en Colima, son vitales para la introducción de los precursores químicos que requieren (en ambos se dio el 90% del volumen total decomisado de estas sustancias provenientes en buques en 2011).

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