Buen año en la cartelera de Guadalajara

Cada fin o principio de ciclo, según se vea, se nos antoja hacer un alto en el camino y revisar, aunque sea parcialmente, cómo estuvo el año en general, y en este caso, cómo estuvo la cartelera de la cultura, ésa que nos permitió reflexionar sobre uno mismo, que haya hecho mejores seres humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos para que podemos discernir los valores y tomar en cuenta las diferentes opciones como las que se nos van presentando en el camino de la vida.

Es a través de la cultura —como la define la UNESCO—, que el hombre se expresa mejor, que toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en duda sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones y crea obras que lo trascienden. Todo lo demás, es lo de menos.

Una de tantas novedades este año en Guadalajara fue la transmisión en vivo y en directo de la ópera del MET de Nueva York a la pantalla HD del Teatro Diana, como fue a principios de este año Carmen, con Elina Garanca que expresó con ganas sus deseos de ser libre y llegar a vivir en libertad, como esa fuerza que mueve montañas y tiene la fuerza de los sueños, como le sucede a esta mujer desde que don José la quiere enjaular y ella decide vivir como un pájaro, yendo por todos lados, entre los gitanos, los contrabandistas y los toreros, que estar en una jaula aunque fuera de oro y que sabemos le cuesta la vida.

Celebraron el Festival Cultural de Mayo y entre otros pudieron escuchar al pianista húngaro Gergely Bogani en el Teatro Degollado con algunas obras de Chopin con un artista que se ha mimetizado a tal grado que, por momentos, pensamos que estábamos en una de las veladas en París, como ésas que le organizaba George Sand, la baronesa Dudevant.

En exposiciones, la mayor y más contundente de todas fue la José Clemente Orozco, que cubrió prácticamente todos sus aspectos de esa genialidad en el mejor lugar que se pudiera uno imaginar, como es el Hospicio Cabañas con la capilla del Hombre de Fuego, ése que trata de escapar como si fuera “la inteligencia, soledad en llamas” de la que hablaba José Gorostiza en Muerte sin fin.

Ni hablar de la tan reciente FIL, esa Feria exitosa que terminó a principios de este mes, con invitados especiales de León y Castilla con los que recordamos el origen del español en el siglo XIII, cuando el rey Alfonso III, el Sabio, promovió los estudios en este idioma y publicó miles de traducciones en esto que ahora es un idioma que lo hablan más de 450 millones de personas. Nada más y nada menos.