Domingo, 20 de Octubre 2024
México | Tren Parlamentario

Borrachera legislativa al cuarto para las doce

Por Vicente BELLO

Por: EL INFORMADOR

De cabo a rabo, este sesionar a matacaballo --última asamblea ordinaria de lo que será la LX Legislatura-- se metió en el mismo casillero de la historia desde donde hace tres años comenzó. Un casillero donde el PRI y el PAN, y no pocas veces sumados a éstos el PRD, han dejado el sello irresoluble de la negociación cupular.
Más allá de los resultados legislativos que han obtenido --un buen manojo de éstos, de innegable carácter social, como el que a las nueve de la noche iba en San Lázaro camino a su aprobación (las leyes de combate al narcomenudeo)--, los legisladores mexicanos no quisieron en realidad nunca quitarse la chapa de presentación de la negociación cupular.

En los tres años de la Legislatura, la Ley Orgánica del Congreso General fue muy pocas veces tocada con cambios legislativos, y los diputados federales de la próxima LXI Legislatura --cuyo iniciar será el primero de septiembre próximo-- seguirán siendo victimizados por una ley orgánica que en los hechos coloca a los diputados cupulares (jefes y subjefes de bancada; presidentes de comisiones) por sobre las funciones del resto de sus compañeros.

Jueves 30. Abril de 2009. En lo que fueron las respectivas sesiones ordinarias de San Lázaro y Xicoténcatl, la prisa se paseó nerviosa como suele pasearse en los arrancaderos.

Cuarenta dictámenes habían sido emplazados para su votación en la Cámara de Diputados, de los cuales nueve eran minutas (dictámenes que ya venían del Senado, aprobados, para su refrendo). En el Senado, una veintena casi de aprobaciones habían sellado también el último día de asambleas ordinarias.

Iban a ser votados en San Lázaro como sucedió el martes: de a medias docenas y sin discusión de por medio. Para que fuera más pronto. Además, se pretextaba, la excepcionalidad logística que había impuesto el estado de emergencia derivado de la gripe aquella, obligaba a cambiar los modos del debate. O para ser más preciso todavía: a borrarlo literalmente.

16:23 de la tarde. Hacía unas tres horas la sesión había comenzado. Estaban en la dispensa de lecturas (primera y segunda) de la Ley de Adquisiciones, Arrendamiento y Servicios del Sector Público, de la Ley de Obras Públicas y Servicios Relacionados con las mismas, así como en la Ley Federal de Responsabilidades Administrativas de los Servidores Públicos, y del Código Penal Federal. Respingó entonces José Rosas Aispuro, diputado federal perredista. Pidió que se reservara la votación del artículo 26 de Adquisiciones.
El presidente César Duarte Jáquez dijo que no, porque conforme al reglamento esta reserva tenía que haber sido anunciada desde antes. Y ya se estaba en la votación.

Rosas Aispuro respondió: “Ni siquiera se nos informó que este dictamen estaba para segunda lectura”.
Fue el comienzo de la discusión que derivó en receso. Susana Monreal terció entonces para decir que en tales dictámenes hay coincidencias, pero no dejaba de ser cuestionable el procedimiento legislativo. Se le estaba arrebatando el derecho constitucional a Rosas Aispuro de opinar sobre un dictamen en votación que, por cierto, muy pocos habían leído. Hacía unas horas había llegado del Senado. Después hablaron Enrique Mayans Canabal y José Antonio Almazán. ¿Por qué tanta la prisa para legislar?, preguntaba este último.

Pues sí. Había prisa. 40 dictámenes no eran poca cosa. Súbitamente la presidencia de la mesa anunció que había llegado del Senado la minuta de Ley del Seguro Social, a la que se le dispensaban todos los trámites (primera lectura, ir a comisiones para su estudio y dictamen, y regreso al pleno para su discusión y votación). Ahora quien respingó fue Javier González Garza, jefe de la bancada perredista. Pedía que no “nos fuéramos sin discusión de las cosas”. Y entonces pidió un receso. Héctor Larios terció, urgiendo a Duarte que continuara el trámite de la votación. Duarte escuchaba. Itzcóatl Tonatiuh Bravo Padilla argumentó: “Se acaba de dar ingreso a esta minuta del Senado, dispensándole todos los trámites. Es imposible que conozcamos siquiera el texto”.

César Duarte se paró entonces en la piedra del sentido común y decretaba un receso de 20 minutos, convertido en realidad en uno de casi tres horas.

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