Atrapados entre jueces y narcos

De entrada, una apuesta. Doble contra sencillo: a que el diputado Luis Armando Córdova, priista para más señas, no conoce ni por encima la iniciativa para crear la Ley de Control de Confianza.

Aunque es legislador (que hace o establece leyes), en estos tiempos que corren a nadie sorprende que éste u otros diputados desconozcan su tarea.

Lo que sí deja pasmado a cualquiera es que si el martes por la noche un puñado de narcotraficantes puso en jaque a la ciudad completa con bloqueos que marcan una nueva escalada en la violencia doméstica, quienes deben responder para frenar a los malosos están, otra vez, enseñando su mezquina miopía política e ineficiencia.

La ciudad entró en pánico mientras minibuses y autos particulares ardían en siete puntos de la ciudad. El clamor generalizado puso en guardia al gobernador, a los presidentes municipales, a los jefes policiales y a la flota de asesores alrededor.
Además, no era para menos, porque los narcos hicieron gala de coordinación y control: en minutos establecieron bloqueos con vehículos arrebatados que incendiaron, en puntos distantes , sin víctimas y sin ser contenidos por la Policía.

Parecía burla, y lo fue, porque todo ocurrió el día del Informe del inefable Emilio y para rematar, junto al nuevo símbolo de su gobierno, el puente atirantado.

Los gobernantes y la pléyade de colaboradores que les rodean se desvelaron, asombrados, igual que miles de ciudadanos estaban, también trasnochados, pero atemorizados.

Diligentemente, se levantaron temprano y a tono con la urgencia, se reunieron en la casa más importante: Casa Jalisco. Se dijeron solidarios, alarmados y resueltos a poner un ALTO a los delincuentes.

Y para empezar, dijo Emilio, pruebas de control de confianza a los jueces y agentes del Ministerio Público, no sea que acobardados o corrompidos, dejen libres a los narcos que tantas ejecuciones deben y que ahora amenazan con hacer de la Guadalajara de los Panamericanos un dramático circo nocturno.

De inicio, y tomando en cuenta que la grilla y las aspiraciones políticas los han dividido tanto, se agradece que cuando menos todos los gobernantes coincidan en que debe dejarse el egoísmo partidista para después.

Pero qué poco dura el gusto.

El mismísimo presidente del Poder Judicial, el jefe máximo de los jueces, Celso Rodríguez, se niega a que les apliquen el control de confianza a él, los magistrados y los juzgadores.

“Eso no disminuirá la delincuencia”, apuesta. Y el diputado Córdova avisa que no van a acelerar reformas ni van a apresurarse a crear leyes, porque las iniciativas del gobernador —¡qué novedad!— están repletas de inconsistencias.

Resumen: ni controles, ni leyes, ni soluciones. Y los narcos, tan campantes.
¿Quién apuesta?