A la sombra del pánico

Vivimos una época más de incertidumbre con explosiones y declaraciones que vuelven a  encontrar su origen en la insatisfacción educativa. Jalisco tiene un millón de analfabetas y suman dos sin acreditación secundaria.

El Instituto Estatal de Educación para los Adultos –IEEA- enfrenta el reto burocrático con todos sus métodos y sistemas, entre normatividad, deberes, derechos y responsabilidad, intentando promover auténtica mística de servicio, entre quienes de suyo idealmente fuera motivo enaltecedor el colaborar, participar y actuar en, por y para la extirpación de la ignorancia en los habitantes jóvenes y adultos en Jalisco.

En materia educativa cumplir por cumplir en tiempo, en espera de jubilación o ascenso en el escalafón del burocratismo no basta y hasta denigra. Es necesario actuar con responsabilidad, en imprescindible y urgente aplicación de los medios precisos y objetivos de donde parta una sólida base de bienestar social.
 
La deficiencia educativa es fractura y cobijo a las variables de rutas fáciles a la insatisfacción. Los jóvenes carecen de expectativa y encuentran salida evasión en la informalidad e ilegalidad, con expresiones conducentes al crimen que organizado, o como quiera llamarse, contiene elementos nocivos inmediatos de alto costo para la sociedad que los asume como rémora a su desarrollo.

El problema educativo es complejo porque en su entraña anida la perversidad del letargo especulativo de miseria. Por lo mismo, reclama verdadera honestidad  y largo recorrido al encuentro  de la sociedad deseada: próspera y feliz, a que apuntan los discursos.

El infortunio se cierne en el área de la educación con simbiótico proceso político y su adicional carga de un desprestigio en el que se contemplan intereses hacia el poder por el poder. La percepción es ajena y cínica hacia los fines definidos en filosofías intensas de apóstoles de la educación como José Vasconcelos o Jaime Torres Bodet; emulando a otras secretarías del Estado se convierte en trampolín de posiciones sin propuesta.

El lenguaje mercadotécnico está dirigido, desde hace una década, a estimular superficialmente las neuronas del receptor, sin más reflexión que  el final convencimiento frívolo al decidir el voto por tal o cual partido o candidato, sin reparar en la oferta, compromiso y proyecto con el sustento que da el programa con la respectiva atención a la consecución de objetivos en tiempo, forma y fondo.

De ese tamaño es el discurso actual prodigado por los partidos políticos y sus precandidatos de lenguaje ajeno a necesidades y reclamos de atención urgente e inaplazable, porque es una realidad el rezago educativo conducente a una vida a la sombra del pánico.

Dios nos guarde de la discordia.