— Política prostituida

La consigna, hace 11 años, en pleno trance de dar la vuelta a la página del siglo y del milenio, consistía, como lo dijo el entonces candidato Vicente Fox en apretada e inmejorable síntesis, en “sacar al PRI de Los Pinos”.

Ahora, a la vista de que no bastó con hacer esa tarea para que se produjera la moralización de la sociedad soñada por los patriarcas del panismo ni se consumara la renovación moral de la sociedad prometida por uno de los tantos presidentes priistas que pasaron por ahí sin dejar huella, la consigna parece consistir en impedir, a cualquier precio, el retorno del PRI a la que fue, a lo largo de siete décadas, su querencia.

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El capítulo más reciente de esta historia es una de las noticias del día: la decisión de Andrés Manuel López Obrador (alias “El Presidente Legítimo”), no precisamente de desvincularse de manera radical y definitiva del Partido de la Revolución Democrática (PRD), sino, simplemente, de “pedir licencia”, en lo que sus dirigentes se dignan aclarar paradas.

El que fuera candidato en la elección presidencial de 2006 (y al término de las cuales se llamó a robado), plantea la disyuntiva, a partir de la reprobación de las “alianzas” de moda entre los dirigentes perredistas y sus pares del PAN: ¿Cuál es la prioridad número uno del PRD: los principios, o el poder?...

El hombre que parecía ser la encarnación misma de la ideología de lo que quiso ser la versión renovada, purificada, corregida y mejorada del PRI, a partir de que Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y otros correligionarios con nombres menos rimbombantes, decidieron desvincularse del tricolor, argumenta su decisión: quiere marginarse de “pactos, acuerdos y transas” de los dirigentes perredistas (los abanderados de la izquierda, según eso) con quienes fueron, históricamente, sus adversarios ideológicos... y con quienes, hoy por hoy, hay un solo punto de coincidencia, absolutamente utilitario: unir fuerzas para cerrar el paso a la posibilidad de que el PRI, por la vía del desencanto ciudadano y de la convicción generalizada de que, después de todo, “era preferible malo por conocido que bueno por conocer”, regrese a Los Pinos.

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Dicen algunos observadores que el espectáculo que ahora se está viendo, y del que probablemente la escena culminante se cocine para la elección presidencial en puerta, representa, sin más, la prostitución de la política...

Es probable que tengan razón. Es probable que los principios, la ideología y zarandajas similares, nada tengan que ver con esta pugna... La pregunta es: ¿Alguna vez, en la sórdida, nauseabunda, retorcida historia de la política en México (aunque fuera como honrosa excepción a la lamentable regla), fue diferente...?