— Marchas

Preámbulo: En el léxico ordinario del mexicano hay, paradójicamente, dos palabras ultradomingueras: “benemérito” y “apotegma”. La primera significa “digno de galardón”. Así, cuando el turista busca en la nomenclatura de las calles alguna información, por suscinta que sea, sobre los méritos de Don Benito Juárez para que en México se le tenga por figura sobresaliente de la historia patria y lee aquello de “Benemérito de las Américas”, lo más probable es que se quede en blanco. “Apotegma”, por su parte, significa “dicho breve y sentencioso, que tiene celebridad por haberlo dicho un hombre ilustre”.

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El meollo del asunto: La semana pasada, como corolario de una serie de marchas y manifestaciones realizadas por trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas, en protesta por la decisión gubernamental —anunciada en octubre del año pasado—- de desaparecer, por ineficiente, la compañía de Luz y Fuerza del Centro, y liquidar a sus más de 40 mil trabajadores, las autoridades del Distrito Federal llegaron a un convenio con los dirigentes sindicales: el compromiso de mantener abiertos los cauces para el diálogo que dé solución al conflicto, a cambio de la suspensión, por antipáticas, de las referidas marchas.

Para convertir a miles —y eventualmente a millones— de habitantes del Distrito Federal en sus rehenes, impunemente, quienes esgrimen el recurso de las marchas, curiosamente, se amparan en el primer párrafo del Artículo 9o. de la Constitución: “No se podrá coartar el derecho de asociarse o reunirse pacíficamente (vocablo ambiguo, dicho sea de paso) con cualquier objeto lícito...”.

Para reprobarlas cuando son ellos los rehenes de las marchas que organizan otros, se amparan en el segundo párrafo del mismo precepto: “No se considerará ilegal y no podrá ser disuelta una asamblea o reunión que tenga por objeto hacer una petición o presentar una protesta por algún acto a una autoridad, si no se profieren injurias contra ésta, ni se hiciere uso de violencia o amenazas para intimidarla u obligarla a resolver en el sentido que se desea”. Es público y notorio que violencia (agresiones, destrozos, autos incendiados y volcados, serias afectaciones a los derechos de terceros...), injurias y amenazas son, vía de regla, consustanciales a las marchas, y que éstas se organizan, precisamente, con la deliberada intención de intimidar a la autoridad y obligarla a resolver en el sentido que se desea.

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Colofón: Ya que tanto se habla en México del Benemérito y de su célebre apotegma (“El respeto al derecho ajeno es la paz”), quizá valdría la pena ponderar seriamente la posibilidad no sólo de recitarlo con unción, sino de vivirlo. Es decir, de pasar, con él como blasón, de las palabras a los hechos.