— Divorcio

Parece anécdota. Por desgracia, es mucho más que eso...
Cualquiera diría que la noticia, en vías de confirmarse en el curso de la incipiente semana, consiste en que se encontró, por fin, un lugar ad hoc para la construcción del estadio de atletismo que se requerirá para los Juegos Panamericanos de 2011 en Guadalajara... Es inexacto. La noticia —si, en efecto, se confirma en estos días— consistirá en que quienes cobran por gobernar como si gobernaran bien, al cabo de idas y venidas, vueltas y revueltas, encontraron —“¡ánimas santas...!”— un sitio en donde construir uno de los escenarios más importantes para las competencias que comenzarán dentro de 14 meses, sin que grupos de ciudadanos, defensores a ultranza del equilibrio ecológico (o de la legalidad y el buen juicio, simplemente) se opusieran abierta y frontalmente a sus arbitrarias y pedestres decisiones.

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Eso es lo más llamativo: la oposición sistemática de la sociedad civil —eufemismo que alguien inventó para designar a lo que antes se llamaba pueblo, simplemente— a las determinaciones gubernamentales. El fenómeno  (al que quizá podría clasificarse técnicamente como “el síndrome de San Salvador Atenco”, por el pintoresco episodio de los comuneros que, machete en mano, abortaron el proyecto de la administración foxista sobre la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México) se ha repetido sistemáticamente en Jalisco en lo que va del sexenio. Botones de muestra: el rechazo —pese a que la religiosidad ha sido, desde siempre, uno de los signos de identidad más característicos de los tapatíos— a la “macrolimosna”, externada en la marcha que repitió hasta la saciedad la consigna de “Sí al Santuario, / sin dinero del erario”; las acciones de resistencia a proyectos como las presas de Arcediano y Temacapulín; la oposición a continuar el proyecto del Macrobús, a la vista de las experiencias que ha dejado la puesta en operación la primera de las 10 rutas en que se había “pensado” cuando se cacareó el “proyecto de movilidad urbana”; la pesadilla de abandono y destrucción en que se resolvió el sueño de la administración municipal anterior, de impulsar el repoblamiento y el rescate integral del Centro Histórico de Guadalajara, en torno a la Villa Panamericana que se pretendía construir a inmediaciones del Parque Morelos...

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Quienes supusieron que solicitar para Guadalajara la sede de los Juegos Panamericanos —inicialmente se pensó en los de 2004, que se fueron a Santo Domingo—, creyeron que la empresa sería tan amable como organizar un día de campo familiar en Tapalpa. Sobrestimaron, evidentemente, su capacidad para echarse trompos a la uña... y menospreciaron, sobre todo, la determinación de los tapatíos para oponerse a sus disparates.