- ''Nosotros los pobres...''

El señor Gobernador, como todos los mortales --salvo Obregón y algunos más, que serían las excepciones que confirman la regla--, sólo tiene dos manos. Bien puede, sin embargo, dándose sus mañas, enarbolar a la vez varias banderas de gran impacto populista; la de “Chiva”, por ejemplo, para hacer gala de sus preferencias deportivas; o la de católico, para hacer lo propio con sus convicciones religiosas; o, ya encarrerado, la de “Nosotros los pobres”, para erigirse en portaestandarte de la clase social mayoritaria en este país en que ni la Revolución Mexicana ni la Doctrina Social de la Iglesia convertidos en partidos políticos, han conseguido aún redimir a las mayorías.

-II-

El señor Gobernador y la cúpula empresarial de Jalisco, siguiendo el mal ejemplo que José Mourinho y Pep Guardiola dieron a nivel mundial, se enfrascaron en una batalla verbal superlibre, máscara contra cabellera, a tres caídas sin límite de tiempo. El meollo del asunto estriba en la premura del primero por conseguir la aquiescencia del Congreso --la representación popular, tuerto o derecho-- para resolver “diversos proyectos” de los municipios, mediante un endeudamiento por más de seis mil millones de pesos. Se trata, para decirlo en román paladino, de resolver problemas de hoy con recursos económicos del mañana. Más claro: la proyectada deuda implicaría hipotecar la capacidad de respuesta gubernamental a los problemas de las futuras generaciones. Y no es endeudarse sea algo intrínsecamente malo: se trata de que el uso que se dé hoy al dinero que se consiga, justifique sacrificar las perspectivas de mañana... Y es eso, precisamente, lo que plantean tanto los diputados reacios a firmar al Gobernador un cheque en blanco, como los empresarios que han tenido el valor civil de criticar la pertinencia de la medida.

-III-

Revirar, pues, como ha hecho el Gobernador --incapaz, por lo visto, de entender que “mandatario” no es sinónimo de “tirano”, y, en consecuencia, del gesto de humildad de justificar en qué va a gastarse cada peso que deberá pagarse durante los próximos treinta o más años--, con el seudoargumento de que los empresarios tienen una “visión de ricos”, es contradecir el mensaje institucional del propio Gobierno, que se precia de apoyar a las pequeñas y medianas industrias (“pymes”, en la jerigonza oficial), y refugiarse en el argumento demagógico por excelencia: descalificar al crítico, por “rico”... y pretender salvarse escondiéndose bajo el farisaico sarape de “Nosotros los pobres”.