En los pasillos hacía un calor de 27 grados que se sentían como 54. El peculiar olor de las palomitas corría con normalidad por los pasillos y entre los cuerpos de las cientos de personas que se disponían a pasar las siguientes tres horas dentro de un cuarto oscuro, con mejor clima, un ambiente más relajado y una pantalla que proyectaría el resultado de 10 años de planeación. Por ahí, entre los baños del lugar, se encontraba un Doctor Strange más vagabundo que hechicero. Sus patillas espolvoreadas con talco, una barba asimétricamente pintada y una capa que de levitación no tenía nada, más bien cortina de sala victoriana. También se encontraba por ahí un pequeñísimo Capitán América, quien no alcanzaba ni la pubertad pero gracias a un plumón casi sin tinta ya poseía vello facial. Por ahí, tomado de la mano de su propia tía May, estaba un Spider-Man de menos de un metro de altura que apenas y podía cargar su caja de palomitas, aunque eso no le impedía tener la boca llena de ellas. También había una chica, una joven que cubría su rostro con una expresión clara de vergüenza, pero no debía tenerla ya que su brazo izquierdo estaba envuelto en papel de aluminio de manera tan cuidadosa que el mismísimo Soldado del Invierno estaría orgulloso. Mjolnirs, escudos, máscaras, vasos, bustos, cubetas, nachos, sodas, palomitas y más palomitas por todas partes. Ya era casi la medianoche y los pasillos del cine comenzaban a lucir vacíos. Ya era casi la medianoche y todos ya se dirigían a sus butacas. Ya casi era la madrugada y ya era el tiempo de ver “Avengers: Infinity War”.Ya dentro se escuchaban voces por todas partes. Algunos hablaban de cine en general, otros explicaban los últimos detalles de la película a sus acompañantes y unos más hablaban de su vida cotidiana. Las luces se tornan cálidas y el proyector comienza a correr un avance cinematográfico, todos se acomodan en su silla de manera casi ensayada. La función era en tercera dimensión, un formato que cada vez pierde más interés en el público y esa noche más cuando nos dimos cuenta de que los proyectores estaban mal calibrados. El resultado: Un tráiler de “Jurassic World: El Reino Caído” con una imagen que se veía doble y que no dejaba de temblar. Usted lector ya sabe lo que sigue a continuación: Medio público en la sala gritando, chiflando y exigiendo que la proyección se viera correctamente. Las cosas no cambiaron y los avances de “Han Solo: Una historia de “Deadpool 2”, Star Wars” y “Los Increíbles 2” se vieron igual de mal. Obviamente la preocupación crecía porque nadie quería ver “Avengers: Infinity War” con una imagen duplicada y que temblaba más que una gelatina mal cuajada. Pero la cosa no pasó a más, todo se solucionó al entrar el ya icónico logotipo de Marvel Studios, momento en el que muchos gritaron de emoción y otros más callaron a los extasiados. La película ya había comenzado y era momento de disfrutar, sufrir un poco y satisfacer esa necesidad por historias que tan bien describe el autor Robert McKee cuando se refiere a que el humano tiene la necesidad básica de la ficción en su vida real.La emoción se intensificó aún más con la presentación de Thanos en los primeros minutos del metraje. Conocimos sus intenciones y su increíble fortaleza física que a más de uno en la sala le hizo contener la respiración. No había más que ojos atentos a la pantalla, ojos que brillaban con cada una de las escenas de la cinta y de pronto dientes que se dejaban ver ampliamente con la muy dosificada cantidad de humor que presenta el filme.Los gritos y movimientos de emoción que iban desde tomarse el cabello, levantarse levemente de la butaca y la clásica expresión de sorpresa con las manos en las mejillas aparecían en los momentos en que cada héroe era presentado en pantalla o en los que los personajes iban cruzando sus caminos. El sentimiento de emoción era unánime, y Marvel se encargó de eso. De poner en el radar a personajes que hace 10 años, previo al lanzamiento de su Universo Cinematográfico, no eran conocidos ni por la mitad de personas que esa madrugada vieron la película y que ahora no sólo los conocen, sino que se preocupan por ellos y sienten sus logros y pérdidas. Personas que mantenían emociones conjuntas y silencios sepulcrales en las escenas que lo ameritaban. Y es que, sin arruinar la película, todos sabíamos que el final del filme sería impactante. Los “no, no no”, los “no puede ser” y los “¿qué está pasando?” se escuchaban como susurros entre las butacas. Marvel logró su cometido y la espera de 10 años valió la pena para sus admiradores.Pero la diferencia entre los seguidores de las películas y los fans de las historietas llegó justo al final de los créditos. En esa escena en la que nos dejan ver una referencia al universo Marvel que aún no ha llegado al cine y que por eso sólo los verdaderos conocedores pudieron entender. Ahora sí, los gritos de emoción fueron pocos y muy dispersos. Algunos permanecieron en silencio, sin comprender qué sucedía, otros más tenían una expresión de tratar de comprender lo que veían y unos cuantos más le explicaban a sus acompañantes qué es lo que acababan de ver. Ya todo acabó, la sala poco a poco se vació y entre los pasillos ya comenzaban a circular las críticas especializadas de la audiencia (las reales, porque al final el público es quien tiene la última palabra). Qué es lo que sí gustó, qué es lo que no y, claro, comenzaron a salir todo el montón de teorías en cuanto a lo que sucedió al final del filme. Ahora sólo hay que esperar. Un par de meses para conocer la continuación de la vida de Scott Lang en “Ant-Man and the Wasp”, 11 meses para conocer a Carol Danvers y un año para saber qué les deparará a los Héroes más poderosos de la Tierra en la cuarta parte de “The Avengers”.