Miércoles, 13 de Noviembre 2024

José María Velasco: Grandes pinturas del paisajista mexicano

José María Velasco dejó en cada una de sus obras un México rupestre, bucólico, que ya no existe, pero por el que seguimos suspirando todos 

Fausto Salcedo

“Valle de México desde el cerro de Santa Isabel” (1875) ESPECIAL/MUNAL

José María Velasco dedicó su vida a retratar lo luminoso. Estudió las sombras que cubren las rocas, y diseccionó la lógica del cardón al pulso del lápiz y el breve tránsito del carboncillo. Tradujo al óleo el diálogo de luz entre la nube recóndita y el atardecer que se iba para siempre. Retuvo en sus obras los segundos de un México que se perdía en el mismo instante en que los volvía eternos dentro del cuadro.

Dio vida a los mezquites susurrantes y pencas de nopales; narró con sus pinceles el tráfago de los trenes. Bosquejó la soledad de las catedrales, la realidad de las haciendas, las chozas de adobe y los puentes de piedra como una realidad que armonizaba en los paisajes. Plasmó la imponencia de los volcanes de un valle que se creyó eterno, y que un siglo más tarde sería engullido por planicies de rascacielos y concreto, donde ya no es ni será posible volver a ver a los amantes eternos, cubiertos por la nieve, en la transparencia sin límites del horizonte. 

José María Velasco: retener la luz en el instante

Autorretrato (1877) ESPECIAL/INBAL

Es posible deducir que alguien que plasmó con tanta maestría los paisajes mexicanos, dedicó gran parte de su vida a la contemplación: al arte de los suspiros. Tampoco es descabellado afirmar que María Velasco era un amante del crepúsculo, observante de plantas, traductor de nubes y estudiante de la luz. Su obra, "una celebración de la naturaleza", según el Museo Metropolitano de Nueva York (MET), por sus siglas en inglés.

La precisión de sus pinceles, aunque parezca contrario al corazón, tiene un fundamento científico, pues -de acuerdo con el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL)- María Velasco fue un erudito en las matemáticas, botánica, zoología y anatomía; formó parte de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, e incluso su pasión por el observar lo llevó a descubrir una especie de ajolote. 

Aquí una selección de las mejores pinturas de Velasco, anatomista de las circunstancias, cirujano del panorama, escalpelo de atardecer, y retratista de la melancolía de los paisajes que ya sólo existen en el imaginario de México, el México que fue, que ya no existe: el México que fuimos. 

FS

1

Cardón (1887)

ESPECIAL/INBAL

 

2

Catedral de Oaxaca (1887)

ESPECIAL/INBAL

 

3

“Valle de México desde el cerro de Santa Isabel” (1875)

ESPECIAL/INBAL
4

Cañada de Metlac (1893)

ESPECIAL/INBAL
5

Valle de México visto desde el cerro de Guadalupe (1905)

ESPECIAL/INBAL
6

El valle de México (1877)

ESPECIAL/INBAL
7

El cabrio de San Ángel (1863)

ESPECIAL/INBAL
8

El valle de México (1888)

ESPECIAL/INBAL
9

Hacienda de Chimalpa (1893)

ESPECIAL/INBAL

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