¡Ups, ya nos cacharon!

No creo que la indignación que dice sentir el alcalde de Guadalajara, Aristóteles Sandoval Díaz, por la divulgación de una conversación que involucra a su contralor con licencia, Víctor Urrea, en la que presuntamente está incurriendo en actos de corrupción (que, de paso, inmiscuye al propio alcalde) sea mayor a la que sienten los ciudadanos que han creído en la palabra empeñada de hacer un gobierno transparente que sea un ejemplo de honestidad.

Habría que averiguar cómo fue que Aristóteles reclutó a su equipo más cercano de colaboradores, si con base en su trayectoria en el servicio público, por sus méritos profesionales, por su limpia imagen ante la sociedad, por su amistad con la cabeza del Ayuntamiento tapatío, por presiones de algún grupo partidista o político, o por la conjugación de varios de esos factores.

Pero lo que debe imponerse por encima de todo lo anterior es que no se puede tener a un contralor bajo sospecha, porque eso simplemente equivale a darse un tiro en el pie o dormir con el enemigo.

La Real Academia Española define a un contralor como el “funcionario encargado de examinar las cuentas y la legalidad de los gastos oficiales”. Está fácil, ¿no? El contralor debe seguir la pista del dinero, revisar en qué se gasta ese dinero que es de origen público, y si quien tiene a su cargo gastarlo lo hace apegado a las normas que rigen el uso de esos recursos. Comenzando por lo que gasta él mismo, que no siempre se expresa en pesos y centavos, sino también en recursos materiales, en personal de apoyo para sus tareas y, ojo, en el tiempo que debe dedicarle a su función, delegada por el alcalde. Tal era la encomienda de Urrea, o de quien estuviese en esa oficina denominada “Contraloría municipal”.

Ahora sabemos que en el caso del contralor con licencia el apego a su chamba no es una de las cosas que mejor se le den, porque con el pretexto de que se sentía espiado y perseguido se fue a hurtadillas a un viaje de placer, fingiendo además que se trataba de un asunto en el que estaba involucrado el estado de salud de algún familiar.

Otros funcionarios también han aparecido en grabaciones o intercepciones de diálogos comprometedores en los que no están propiamente atendiendo sus responsabilidades, sino haciendo tratos para obtener un dinerito extra, probablemente porque sus sueldos no les alcanzan para el nivel de vida al que están acostumbrados.

Por lo menos en su primera reacción ante las revelaciones del comportamiento de sus colaboradores, Aristóteles no puso en entredicho la veracidad de las mismas. Parece la coronación de un año magro en avances, pero pródigo en escándalos por la facilidad con que se dispone del dinero público; el círculo cercano al alcalde parece más preocupado por ser descubierto en movidas chuecas que por combatir en serio la corrupción. ¿Así se construye un candidato a gobernador?