Sábado, 23 de Noviembre 2024
Jalisco | Según yo por Paty Blue

Una dizque posada

Todo terminó en varias rondas de dominó frustradas, hastío colectivo y deseo secretamente compartido

Por: EL INFORMADOR

Soltaba sus gorgoritos con tan denodado entusiasmo y con tal dosis de sentimiento, que nadie osó interrumpir a la entonada dama que decidió adueñarse del espíritu pascual que dio motivo a la reunión entre el grupo de cuates que por más de un decenio hemos departido a la mínima provocación que merezca ser festejada.

Por instancias de un colado que ni siquiera pertenece a la palomilla de habituales, y a quien buen cuidado tendremos de ocultarle las coyunturas y sitios de nuestras sucesivas reuniones, la inopinada cantora resolvió aguarnos la tertulia y las partidas de dominó que se nos han vuelto un vicio en el que caemos tan gozosos, como funcionario nuevo en presupuesto igualmente flamante.

Como decía mi deslenguada abuela, “malhaya la hora” en que el eventual asistente discurrió que aquella reunión decembrina merecía un fondo sonoro más elocuente que la simple charla y el ruido del dominó haciendo la sopa. Y maldita la hora en que llamó la atención colectiva para que todos prestaran oídos a su canora suegra (también colada), para apreciar sus pretendidas dotes vocales que, sin remilgo ni pudor escénico, la susodicha se dispuso a compartir, mediante un repertorio anotado en el cuadernillo que, por pura casualidad, traía en su bolsa.

Convengo que la citada reunión a la que fuimos convocados bajo el socorrido pretexto de la temporada, ni remotamente se ajustaba a los preceptos que la pudieran distinguir como posada, pero tampoco se trataba de disponer de tiempo y espacio para convertirnos en rehenes auditivos de una mujer quien, acompañada de una guitarra desafinada, un chisguete de voz y un repertorio melódico trasnochado, intentaba despertarnos el entusiasmo y hacernos participar, seguramente para no ser la única que expusiera sus limitaciones vocales.

En lo particular, comenzó a ganarme la pena ajena, y no por el desfase melódico de la susodicha y sus deslucidas versiones de canciones que yo misma entoné hasta la náusea, durante mis incursiones litúrgicas y comedimientos apostólicos setenteros, sino por su empecinada intención de resucitar en los presentes las fibras muertas y sepultadas con los años idos, toda vez superada la juventud incendiaria que nos hacía creer que el mundo cambiaría, sólo porque una bola de revoltosos, armados con guitarra y pandereta, llegábamos hasta los confines del Sector Libertad entonando consignas de protesta como “dale tu mano al indio”, cuando ni siquiera habíamos visto uno de cerquita.

No es amargura, ni he convertido mi otrora fragor juvenil en infiernito para que la razón disfrazada de bombero le dé una rociadita a mi pasado. No reniego de mis ayeres apostólicos y cantarines, cargados de filosofías tan desbalagadas como las consignas sociales que nos imponíamos, pero las canciones de ayer me producen cierta y dolorosa nostalgia que merecen un momento y espacio más adecuados que una reunión ocasional secuestrada por una doña tipluda y empeñada en hacernos entrar al aro, a costa de agriarnos la convivencia con su terquedad melódica.

Así que todo terminó en varias rondas de dominó frustradas, hastío colectivo y deseo secretamente compartido (y reprimido, porque es Navidad) de linchar a quien nos agüitó nuestra dizque posada, al son de que “es más fácil encontrar rosas en el mar”.

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