Miércoles, 27 de Noviembre 2024
Jalisco | Por: Juan Palomar Verea

Un recurso urbano invaluable: las azoteas

LA CIUDAD Y LOS DÍAS 20 DE MARZO 2009

Por: EL INFORMADOR


Si uno se sube a casi cualquier edificio alto de Guadalajara descubrirá una gran cantidad de azoteas en diversos estados de conservación. Con raras excepciones, no parecen tener mayor uso que el de soportar tinacos, tendederos, antenas y una impresionante cantidad de tiliches arrumbados. Esas azoteas representan un valioso activo urbano que, a la fecha, está gravemente subutilizado.

En los países mediterráneos la naturaleza del clima provoca que con frecuencia las techumbres sean planas, lo que permite aprovecharlas de diversas maneras. En la cuenca del Mediterráneo, y desde hace milenios, las azoteas son verdaderas terrazas en donde discurre una parte significativa de la vida doméstica. Estancias, miradores, jardines, hortalizas, dormitorios para la estación más tórrida, son algunos de los usos que estos valiosos espacios han adquirido por generaciones.

El clima de Guadalajara es excelente para el inteligente aprovechamiento de las azoteas. Las viejas casas del centro, por ejemplo, con su sistema de techos de terrado o bóvedas planas, constituyen espacios ideales para ser utilizados de distintas maneras.

Previendo siempre la cuestión estructural, es posible densificar la construcción en esas áreas y obtener un mejor aprovechamiento inmobiliario de las fincas. Aprovechamiento que además tendrá sus respectivas azoteas, propias para algún otro de los fines arriba apuntados.

El espacio vital en las ciudades es un bien muy preciado. Más el que permite estar en contacto con la naturaleza, con las frondas de los árboles, con el cielo. En diversas partes del mundo se desarrollan actualmente programas de cultivo de hortalizas de autoconsumo que aprovechan, entre otras zonas, las azoteas. Cabe apuntar que las pretensiones "californianas" de muchos fraccionamientos de "estatus" preconizan los techos de teja como una solución a una dudosamente deseable homogeneidad fisonómica. Es su problema.

Pero para una gran proporción de las fincas construídas en la ciudad es ciertamente muy posible el aprovechar las azoteas como una magnífica extensión de la vivienda, con beneficios inmediatos para la calidad de vida de los moradores. (Y no simplemente en las casas, sino también en edificios de mediano tamaño.) En muchos casos es un mero problema de organización: ordenar las instalaciones, ubicar el tinaco donde no estorbe, acondicionar las tuberías mal dispuestas, zonificar el tendedero, tirar los tiliches inservibles, poner unos económicos barandales en caso de no haber pretiles. Y, si acaso instalar una pérgola, un manteado o una techumbre ligera de gran utilidad y agradable aspecto.

El resultado de un eficaz y eficiente movimiento por el aprovechamiento de las azoteas urbanas sería una mejor ciudad. Habitantes con mayor espacio vital, y con mejoría, por lo tanto en su calidad de vida, fomento de actitudes como el orden, la limpieza, el cultivo de alimentos de autoconsumo. Las escuelas de arquitectura deberían de apoyar una tendencia como la que se describe. Y, además, la ciudad sería más bonita y más alegre.


jpalomar@informador.com.mx

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