Con mil quejas recibidas en 2013, el hecho violatorio de impacto más recurrente en México es el trato cruel, inhumano o degradante, de ello se acusa a la Secretaría de la Defensa Nacional, la Policía Federal, la Secretaría de Marina, la Procuraduría General de la República y en un quinto lugar al INM. Los otros hechos violatorios de impacto que registra la CNDH son privar de la vida, desaparición forzada y tortura, pero de ellos sólo hay quejas de autoridades de seguridad y no migratorias. Los estados donde más faltas del INM ocurren son los fronterizos, además de Veracruz y el Distrito Federal. Entre estas entidades concentran ocho de cada 10 quejas por un actuar inadecuado de las autoridades migratorias, a las cuales se les acusa con mayor frecuencia —además de las violaciones de alto impacto— de transgresión a los derechos, faltas en la función pública, intimidación, retención ilegal, prestar indebidamente el servicio, apoderarse de un bien sin consentimiento del propietario, entre otras. De enero a noviembre de 2013 el total de quejas contra el INM —incluidas violaciones de mayor y menor impacto— fueron 431, número que coloca a la autoridad migratoria entre las 10 con más quejas por faltas a los derechos humanos, de acuerdo con cifras del Sistema Nacional de Alerta de Violación a los Derechos Humanos. Por su parte, el INM informa que de enero a noviembre del año pasado fueron devueltos 75 mil 704 extranjeros, de los cuales sólo dos mil no eran de origen centroamericano. De las personas regresadas a sus países de origen, siete mil 500 eran menores de edad, y de ellos, 144 tenían menos de 11 años y viajaban solos; mientras que el Estado del que más se regresan personas foráneas es de Chiapas, donde ocurrieron la mitad de las deportaciones: 32 mil 677. Denuncia expulsión arbitraria Después de estar incomunicado por más de 10 horas, Alfredo González se subió a un avión y regresó a Chile. Lo expulsaron de México. Con un año de anticipación organizó su viaje para visitar a su novia que conoció por internet. El plan se cayó cuando el 1 de enero llegó al mostrador donde el sello rígido cae en los pasaportes de los extranjeros que entran al país. En el de él nunca cayó y no le explicaron por qué. Un hombre que tenía cara de siempre estar aburrido le preguntó el motivo de su viaje y el tiempo de estadía. Alfredo quería conocer el país de su novia Andrea y estar unos meses, como ella, originaria de Puebla, lo hizo de agosto a diciembre en Chile, pero no pudo. Bienvenido a México. El hombre tras el mostrador lo miró escéptico y con el mínimo esfuerzo para hablar lo retuvo. Ése fue el trato más amable que Alfredo recibiría en su estancia en México, que duró poco más de 12 horas. En ese momento no había nervios, no había razón para tal si el joven de 24 años venía con todo en orden: la mamá de Andrea lo esperaba en el aeropuerto capitalino, había ahorrado un año para estar acá, volvería a continuar como profesor de inglés, traía 300 dólares en efectivo y tarjetas de crédito y débito. Sintió el riesgo de su viaje durante los cuestionamientos, secos y cortantes, de un hombre que ni siquiera le dejaba terminar sus respuestas. Le hacía la misma pregunta de una y otra manera, interminables veces, en un discurso revolcado. Que si iba a México a trabajar, que si le gustaría laborar en este país, que si en algún momento le interesaría una oportunidad para ser empleado de alguna empresa. Entre el mareo de cuestionamientos y la desesperación, Alfredo respondió que sí en una ocasión y mordió el anzuelo. Al momento le dijeron que lo iban a deportar, sin más información. En ninguna oportunidad pudo abrir su equipaje. Le quitaron su celular. Esperó por más de cuatro horas y tuvo noción del tiempo gracias a que en la sala de espera había una televisión con el programa de Laura. Su único contacto con la realidad era ella, recuerda Alfredo con ironía. Tres personas lo atendieron a gritos y burlas. No pudo obtener el nombre de ninguno, pero los recuerda con una descripción minuciosa. Nunca le sellaron su pasaporte de entrada y salida, ni firmó documento alguno que le avisara de su deportación, expulsión o lo que sea que sucedió. De regreso en Chile, a Alfredo lo han alojado algunos amigos de la capital. No se irá de ahí hasta que arregle y pueda volver a México, ahora sí, con sus derechos sin atropellos. Mientras, su caso toma revuelo en medios chilenos.