Sí pero no

Ayer, cosa rara, Raúl Fuentes Navarro apareció en los diarios de la ciudad por el reconocimiento que le hizo el Consejo Nacional de Enseñanza e Investigación de la Comunicación (CONEIC) por 30 años de investigación y docencia en el ramo. Seguramente a la mayoría de los lectores el nombre de Raúl Fuentes no les dice nada, por eso me voy a permitir presentarlo.

Raúl Fuentes, un hombre tosco, de voz ronca y palabras medidas, fue director de la escuela de comunicación del ITESO durante ocho años. Tuve la suerte de que fuera justo en ese pequeño periodo en que me tocó ser estudiante en una escuela extraña, en la que la mayoría llegamos por descarte, ignorancia o frustración (en mi caso una mezcla perfecta de las tres). Raúl Fuentes impulsó un esquema curricular de enseñanza de la comunicación que luego fue replicado en muchísimas escuelas no solo de México, sino de América Latina, basado en el axioma fuentesino: “No hay nada más práctico que una buena teoría”, y con ello acabó con la absurda discusión de qué tanto de teoría y qué tanto de práctica debería tener el diseño curricular de una escuela de comunicación. Lo que hay que aprender en la universidad es teoría; la práctica se aprende en el campo de trabajo.

Pero la gran enseñanza de Raúl Fuentes en su clase de Teoría de la Comunicación fue que había preguntas a las que la respuesta era “Sí pero no”. Eso que en un principio parecía una pedantería magisterial cuando no una magistral burrada, resultó una de las grandes enseñanzas no solo de la teoría de la comunicación, pues los discursos, las ideas y los valores se construyen a partir de contradicciones, sino de la vida cotidiana.

El discurso político actual está lleno de absolutos que nos impiden ver más allá de la dicotomía de sí o no, y que llevan irremediablemente a enfrentamientos, la mayoría de ellos estériles (hay enfrentamientos fructíferos, que generan nuevos estados a partir de la confrontación, pero por lo mismo hay que saber cuáles son las guerras que hay que pelear). “Sí pero no” es la respuesta más acertada a la mayoría de los dilemas políticos, pero no hay que confundirlo con el “ahorita si y mañana no” de los inconsistentes o el “digo sí pero hago no” de los demagogos. “Sí pero no” no es otra cosa que abrir la respuesta a la complejidad misma del problema, avanzar por la línea del sí, sabiendo que la respuesta será siempre perfectible, que está llena de contradicciones y que lo único bueno que ha salido del blanco y negro, son la películas de Tin Tan.

(¿Y las de Chaplin? Bueno, sí pero no).