Viernes, 22 de Noviembre 2024
Jalisco | Misiva por Gullermo Dellamary

Sí a la castidad

Desde luego que es un concepto polémico y actualmente muy poco apreciado y reconocido en nuestra manera de vivir

Por: EL INFORMADOR

Desde luego que es un concepto polémico y actualmente muy poco apreciado y reconocido en nuestra manera de vivir; pero debemos acercarnos más a sus bondades que a sus negativas consecuencias cuando es mal interpretado y manejado en aras de defender una moralidad inadecuada.

No se trata de prohibir ni de imponer una conducta sexual a las personas ni mucho menos inducir la culpa, la represión y los “traumas sexuales”. Se trata de enseñar la importancia que tiene aprender a manejar la sexualidad en forma sana y ordenada a los valores humanos. Como el respeto.

Se puede también entender la castidad como una educación en el dominio del instinto de vida y sobrevivencia de la raza humana, repleta de placeres y gozos. Pero que, al fin y al cabo, amerita mostrar que somos dueños de este apetito y no esclavos de él.

Estamos viviendo una época que solicita más perfeccionamiento en el control y dominio del cuerpo, por el simple hecho de que ponderamos la disciplina deportiva y admiramos las hazañas que realizan los atletas en multitud de deportes, que a todas luces exigen mucho entrenamiento y sometimiento del cuerpo a la mente. Un principio que los mismos griegos llevaron a la cúspide de su filosofía, en el inicio del movimiento olímpico de la antigüedad.

Por supuesto que para alcanzar ese elevado perfeccionamiento de las diversas habilidades y destrezas corporales había que dominar y conducir, correctamente, los “instintos”, particularmente el del miedo y el de la agresividad.

De hecho, las escuelas atenienses y espartanas se jactaban de poseer los mejores métodos para educar a sus infantes para convertirlos en grandes atletas, y es conocido que también se les enseñaba a practicar la castidad, que debemos aclarar que no siempre es sinónimo de abstinencia. Pues ya la tradición moral nos habla de que los esposos son castos cuando viven su sexualidad con el fin de mantener unida a la pareja con el claro propósito de la fecundidad.

 Y dejan de serlo, cuando está el afán egoísta de servirse de la pareja, o de quien sea, para satisfacer sus necesidades sexuales.

Queda claro que tenemos toda una tradición de valorar la castidad, como un bien que enseña a usar la sexualidad en forma austera, afectiva, respetuosa y sobre todo encaminada al amor de los esposos en la fecundidad.

Así que, si un grupo de personas pondera la castidad, como una manera de reducir la sexualización de las relaciones humanas, sean del sexo que sean, estamos cooperando en nutrir los valores de la mente, del espíritu y de la civilidad, precisamente en contra de las conductas violentas, irrespetuosas, abusivas, seductoras y hasta violatorias del cuerpo humano.

Bienvenido todo esfuerzo que nos enseñe a ser más dueños de nosotros mismos y a cuidar los más elevados valores.

Entre más seamos capaces de educar en la integridad de la persona, en el dominio sano de la mente sobre los instintos, estamos construyendo una sociedad más civilizada.

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