Sábado, 23 de Noviembre 2024
Jalisco | Por Paty Blue

Según yo

Entre payasas y payasadas

Por: EL INFORMADOR

Háblenme montes y valles, grítenme piedras del campo, pídanme prestado, pónganme a planchar ajeno, déjenme a cuidar un chiquillo, cántenme su desprecio o arránquenme la vida pero, por favor, por lo que más aprecien sobre el planeta, por su madrecita santa y si de verdad, como dicen, mi presencia les resulta tan ineludible y mi equilibrio emocional tan importante, no me anden invitando, ni comprometiendo, ni ejerciendo suerte alguna de chantaje para que les conceda el deslavado privilegio de honrar sus “showers”, cualquiera que sea el significado de tan hidráulico anglicismo, con mi dudosa ocurrencia. No les costea, en serio, porque ni siquiera soy de las que compito por atiborrar la mesa de regalos con el tambache más grande.

Y seguramente me agarraron medio dormida, o no me dieron tiempo de reaccionar para pronunciarme por enésima vez como rabiosa detractora de tan ociosos eventos que lo único que consiguen es  erizarme el ánimo y desperdigarme el intelecto. Así que por tratarse del baby shower de una muy querida sobrina, con quien no tuve tiempo de negociar una huída graciosa, o de catafixiarle mi inasistencia por algo más provechoso, me vi de pronto ocupando el décimo asiento frente a una mesa en la que nueve joviales desconocidas departían y compartían, entre papitas endiabladamente enchilosas y agua de horchata, sus avatares como progenitoras de sus respectivas y minúsculas estirpes.

Como a mí eso del pañal absorbente, la mamila hipoalergénica y el asiento posturopédico no se me da para opinar con fluidez y conocimiento de causa, me limité a observarlas y a tomar nota de los portentosos avances pediátricos sin los que mis propios vástagos consiguieron sobrevivir, así como de los atajos que cada una de las ahí presentes agarró para recuperar la figura perdida durante el embarazo.

Y como a mí, desde mis tiempos de madre debutante, la silueta se me desdibujó al punto de que es hora de que no la recupero, tampoco pude aportar mucho a la trascendente disertación y apenas en diez minutos pesqué un sopor que me duró dos días. Fue entonces que cavilé muy seriamente la posibilidad de retomar el vicio abandonado apenas tres meses atrás, para amortiguar el aburrimiento entre volutas de humo.

Habida cuenta del particular e insoportable repelús que me provocan tan insufribles dinámicas, mis parientes consideraron mi asistencia al vespertino tripudio como un verdadero trofeo y una loable manifestación de solidaridad que se desmoronó en cuanto, a iniciativa de la sobrina más avezada en las prácticas sociales de estos tiempos, aparecieron dos animadoras gritonas y bullangueras que buscaron detonar, a como diera lugar, la participación de algunas voluntarias en media docena de juegos melolengos y la complicidad del resto que debían palmotear, alentar con porras y fingir que se la estaban pasando de lo más divertidas. A riesgo de salir poniendo hasta el parentesco, que conste que contaron con mi buena voluntad y abusaron de ella.

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