Sábado, 23 de Noviembre 2024
Jalisco | Por Paty Blue

Según yo

No, pos sí

Por: EL INFORMADOR

Así son esas cosas y no queda más remedio que arrostrarlas. Siempre sucede lo mismo, pero debemos asumir que no puede ser de otra manera. Todos son iguales y, como así nos han acostumbrado, no resta más que apechugar el hecho de que se adueñen de nuestros centavos, jueguen con nuestras esperanzas, pongan a prueba nuestra templanza y abusen de nuestro tiempo, al fin que nos sobra para dilapidarlo en la ociosa espera, apoltronados sin beneficio en una antesala.
  
 Con esa lógica, tan sumisa como indignante, fui aleccionada por no menos de tres parientes a los que discurrí poner al tanto de mis más recientes andanzas en un consultorio médico, del que salí al cabo de 105 minutos de prudente espera, sin haber sido atendida por el prominente facultativo al que acudí, y no precisamente para rendir pleitesía a su reconocido y recomendado oficio.
  
 Quienes me recriminaron porque no aguanté con estoicismo semejante afrenta, arguyeron que es una costumbre que de tan rancia apesta, pero que todos debemos aceptar porque no nos queda de otra. Tienen razón al tildarme de insensata, demandante, intolerante y prepotente, si tales calificativos redundan en el simple y llano hecho de que lo único que estoy haciendo es hacer valer mi derecho y salvaguardando esa dignidad que, aunque aquejada por algunas dolencias, mantengo más enhiesta que promesa de campaña política.
    
Y siguen teniendo razón cuando me tachan de subversiva, impaciente y quisquillosa, si eso supone que deba yo recomponer mi día para acudir puntualmente a una cita, aguardar resignadamente una hora y tres cuartos para indagar con timidez por qué tanto retraso,  enterarme que el “profesional” de la salud llegó tarde a su primera consulta, metió a dos pacientes en el lapso reservado a uno, citó a otro a la misma hora que a mí y lleva más de 20 minutos atendiendo a uno más por la vía telefónica y yo debo esperar sabrá Dios cuánto tiempo más a que el señor se digne atenderme cuando le dé su costosa gana.
   
Honestamente, el hígado no me da para tanto, ni pienso traquetearlo más para seguir nutriendo, con paciencia, humildad y el tiempo del que no dispongo, el bolsillo de estos acabados exponentes de la voracidad monetaria que no dejan ir al cliente, aunque encimen a 18 citados cada media hora y los tengan esperando. Con eso de que, según me señalaron mis inopinados críticos, estamos acostumbrados a que “estas cosas siempre sean así” y nadie osaría atreverse a cambiarlas, algunos galenos se atienen a tan torpe usanza para perpetrar sus desacatos. Ni que fueran Dios o estuvieran en oferta, porque si debo admitir con docilidad que me traten como si no fuera yo la que pagara, estaríamos hablando de una epidemia incurable.
 
 Así que, aclarándole a la sufrida y atosigada recepcionista (del médico y de las reclamaciones por su entripante informalidad) que me borrara de la lista de “pacientes”, porque evidentemente no lo soy, me retiré de ahí dos horas después de la pretendida cita, con mis malestares y el monedero intactos. Y ora sí, como dice la canción, “primero muerta, que sencilla”.

patyblue100@yahoo.com

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