Sábado, 23 de Noviembre 2024
Jalisco | Por Paty Blue

Según yo

Sin pudor ni esperanza

Por: EL INFORMADOR

Cuando leí aquel letrero que al lado de la carretera rezaba con grandes caracteres “Caseta de cobro a 500 metros”, me sentí salvada. Dos tazas de café, un jugo de naranja y un refresco embodegados durante el desayuno habían comenzado a pasarme la factura desde el kilómetro 40 de la carretera rumbo al Norte; y ya para el 120, mis esfínteres amenazaban seriamente con darse por vencidos.

Consciente estoy de que puede interpretarse como una vulgaridad el comentario de semejantes intimidades, pero que levante la mano quien no se haya visto en la inminente necesidad de desahogar una penuria fisiológica en el momento y lugar menos indicados. Y que la vuelva a levantar quien no haya sentido ese escozor mortal que recorre el cuerpo, produce escalofrío y desorbita los ojos, ante la certeza de que los entresijos en rebelión no entienden de razones, ni de prudencia, ni de lapsos de espera más allá de lo inmediato.

Con la muy seria reserva de que pudiera yo someter a juicio mis conductos renales por cien metros más, el nuevo letrero de “Prepare su cuota” me infundió nuevo aliento para seguirme conteniendo. Total, un muy breve tramo más y estaría yo liberando fluidos y espíritu con similar alivio porque, gracias a Dios, circulaba yo por una carretera de cuota que concede, entre muchas otras conveniencias, la de contar con sitios adecuados a esas obscenas treguas que los viajantes requerimos.

Apenas depositado el óbolo carretero, comencé a liberarme del cinturón y del seguro de la portezuela, que comencé a abrir con la intención de apearme con el vehículo aún en movimiento. Encomendándome a toda suerte de santos astringentes, corrí hacia mi destino para cumplir con tan puntual urgencia biológica, sólo para encontrarme con una luenga fila de prójimas que parecían haberse organizado para bailar “El Meneaíto” a las puertas del baño para damas. Sólo uno de los cinco sanitarios dispuestos en las instalaciones dotadas de llaves automáticas en los lavabos, modernos insumos para el secado de manos y con grandes espejos sobre cubiertas con genuino mármol de Carrara, estaba funcionando con mediana solvencia.

La necesidad colectiva hizo que las presentes perdiéramos el pudor; primero, para tratar de aguantarla a fuerza de brincos y bailoteos que ya no escandalizaban a nadie; y luego, para soltar cuanto denuesto se nos vino a la cabeza contra los servicios que ofrecen (y no cumplen) las autopistas de cuota. Danzando en el décimo octavo sitio que me tocó ocupar en la cola, no iba yo a salir del apuro y sí a meterme en uno mayor, así que cuando observé que una afanadora abandonaba el baño asignado a los caballeros, intuí que no había ninguno de ellos adentro y pues, con la pena, le pedí a la señorita que me “echara aguas” en la puerta, mientras yo hacía lo propio en el interior.

Mi acto pareció traducirse en un “¡Mexicanas al grito de guerra!”, porque mal acababa yo de salir con mis belicosos interiores pacificados, cuando ya una decena de congéneres se disputaban el derecho de utilizar uno de los cuatro sanitarios que sí funcionaban. Total, ni los muebles ni las cañerías saben de sexos, pero sí el trío de bigotones que tuvieron que esperar a que el sexo débil desalojara sus feudos para ingresar.
Al igual que en los baños, junto al buzón de sugerencias tampoco había papel para externar nuestras nutridas inconformidades contra los deficientes y carísimos servicios que otorgan las carreteras de cuota.

patyblue100@yahoo.com

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones