Martes, 26 de Noviembre 2024
Jalisco | En tres patadas por Diego Petersen Farah

Renuncia a la renuncia

En México renunciar es claudicar, perder, rendirse, cuando en otros países es una forma valiente de enfrentar una situación

Por: EL INFORMADOR

La renuncia no es parte de nuestra cultura democrática. En México renunciar es claudicar, perder, rendirse, cuando en otros países es una forma valiente de enfrentar una situación que, por la forma en que se presenta, ya no tiene salida o el costo de ésta es demasiado alto. En los países con cultura política desarrollada, un funcionario público nunca se expone a que lo corran; en México se aferran al puesto como si fuera el último “pingüino” de la tiendita de la primaria en tiempos de Lujambio.

¿Qué espera Alonso Godoy Pelayo para presentar su renuncia? Sólo un poco de claridad mental porque no hay manera de que se quede; si se queda, será lo peor para todos, principalmente para él. Los intentos de defensa que han hecho los actuales legisladores rayan de tal manera en lo patético, que uno sospecha que efectivamente lo están defendiendo. Lo que están haciendo, como buenos lobos, es mantener a la presa herida para comérsela fresca en casa.

Además de los contratos irregulares que le dio a su suegro, que en sí mismo dan para correrlo, el auditor superior del Estado, el guardián del erario público, se llevó un bono de 6.5 millones de pesos que le dieron (él no lo pidió) los presidentes de las bancadas de la anterior Legislatura con dinero público. La forma en que se repartieron dinero los líderes parlamentarios es como para llevarlos a todos al botellón, cosa que por supuesto no sucederá. Llámenle como quieran, bonos, partidas extraordinarias o ayudas legislativas, lo que hicieron fue llevarse lo que no era suyo amparados en la autonomía presupuestal de un poder público. El auditor, pues, recibió un dinero que no le correspondía y no ha hecho nada por regresarlo.

Vamos a suponer, sólo como un mal chiste, que el señor se queda, que todos cierran filas y deciden que llevarse a su casa 6.5 millones de pesos es pacata minuta. A partir de ese momento, el auditor sería rehén de quienes lo salvaron, de los líderes de las fracciones parlamentarias y los poderes fácticos que lo soporten. Más allá de los cuestionamientos sobre la autoridad moral del auditor, el señor no podrá nunca más hacer algo con la mínima independencia.

Olvidémonos por un momento de los millones de pesos que se llevaron. Cuesta trabajo aceptar que se llevaron, solamente de la cuenta secreta, 17 millones de pesos y que no pase nada, pero olvidemos eso por un momento. El problema de fondo es político. Si mantienen al auditor se acabó cualquier posibilidad de fiscalización mínimamente creíble en este Estado. El daño que hizo con el dinero que se llevó es poco comparado con el daño institucional que puede hacer si se queda. Por el bien de todos, que se vaya el auditor.

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