Sábado, 01 de Febrero 2025
Jalisco | Por Jorge Zul

Reloj de Asfalto

Transporte articulado con tarjeta

Por: EL INFORMADOR

El pavimento arde. El Sol inclemente cae sobre los transeúntes y las cervezas de ayer tarde pesan hoy mañana sobre la frente, como perlas en este mar de luz que es la Calzada Independencia.

El Macrobús está ahí, esperándome con esa propaganda que dice que de cada 10 usuarios, mil 200 lo aman.

Tomo la tarjeta que adquirí en el Tren Ligero, no sé para qué, total, no es más barato tener la tarjeta ni más rápido que las fichas, pero igual la tengo y la rechaza el “Macro”.

Una amable señorita se acerca a mi sudoroso calvario a informarme que lo siente mucho, pero que esa tarjeta del Siteur no sirve aquí, que haga favor de depositar el cambio exacto o comprar otra tarjeta para este otro transporte.

Me pregunto entonces a qué obedece esta ilógica de articular el transporte sólo a medias, y para qué hacer una tarjeta que sólo sirve en el Tren y otra que sólo sirve en los camiones azules. Y nada que decir de los microbuses blancos, que esos son de otra empresa.

Bah, pago. Espero, empujo y empujan. Subo, empujan, sudan, huelen, aprietan, avientan, sufren. Veo sus caras adormiladas y es que el Sol está tratando de matarnos en esta limpia cafetera, que eso sí, es bastante veloz y pronto llega al punto donde hay transbordo al Tren Eléctrico.

Así que bajo, y pregunto por el transbordo, pero resulta que hay tal cosa única y exclusivamente para aquellos que tienen tarjeta del Macrobús. Que el transbordo no es para la gente que paga en efectivo o usa tarjetas del Tren.

No puedo soportarlo más, hago una larga fila en donde está el puestillo de atención a usuarios. Ahí la señorita me mira impávida y pareciera que no sabe parpadear. Me mira fijamente, incrédula, y señala mi tarjeta del Tren para afirmar que no sirve para esto.

Afirmo, igualmente, que lo sé, y pregunto cuáles son los motivos de tal desavenencia. Ella me mira de nuevo, con los ojos incrédulos y repite, tranquila, que no sirve esa tarjeta para eso, y después, igualmente relajada, mira al siguiente en la fila y lo llama dando por terminada la atención a este cliente.

Salgo, bajo las escaleras, uso mi tarjeta del tren y espero. Apenas dos minutos para que llegue el rojo monstruo de acero, e instalarme en uno de sus amplios vagones. En unos cuantos minutos habré llegado a casa.

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