Martes, 26 de Noviembre 2024
Jalisco | La ciudad y los días por Juan Palomar Verea

Reconciliar la ciudad

La ciudad es, por esencia, terreno de consensos y de conflictos

Por: EL INFORMADOR

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La ciudad es, por esencia, terreno de consensos y de conflictos. Los consensos permiten que haya condiciones mínimas de convivencia. Los conflictos comprometen esta convivencia, pero son también, si se aprovechan con tino, oportunidades para habitar mejor la ciudad. Una ciudad que no aprovecha los conflictos, los vuelve a su favor y a partir de ellos evoluciona y se adapta, tiende a la inevitable decadencia. 

Dentro de la cuenta larga que ciudades con muchos siglos de existencia tienen, la de Guadalajara es relativamente breve. Un primer ciclo pudiera situarse en el lento desarrollo que la ciudad tuvo desde su fundación hasta principios del Siglo XX.

 El casco originario, y sus tres barrios exógenos, Analco, Mexicaltzingo y Mezquitán, no formaron un continuo urbano sino hasta pasando la mitad del Siglo XIX. El plano de 1884, cuatro años antes de la llegada del ferrocarril, muestra una precaria consolidación. Fue en la sexta década del siglo antepasado cuando sobrevienen las primeras transformaciones significativas derivadas de las afectaciones a los bienes de la Iglesia y el consiguiente desmembramiento de las extensas áreas ocupadas por los conventos de Santo Domingo, al Norte; de San Francisco, al Sur, y del Carmen, al Poniente.

La lógica detrás de estas dolorosas transformaciones, que implicaron serias pérdidas patrimoniales, se fincaba en la extensión uniforme de la mancha urbana con su tradicional traza en damero. La introducción, dos décadas después, en 1888, de la línea férrea que comunicó a Guadalajara con el centro del país, conllevó la reorganización del espacio al Sur de la trama citadina. Los terrenos del Agua Azul, adquiridos por el Estado, representaban una oportunidad inapreciable para dar forma al primer gran parque urbano de la ciudad.

En 1893 fue realizado, entre los ingenieros y arquitectos tapatíos, un concurso para organizar la extensa área disponible. Subsisten algunos testimonios que hablan de un gran parque, dotado de alamedas y paseos, lagos (aprovechando las presas existentes) y miradores, un hipódromo, cenadores y huertos, etc. Su extensión superaba las 45 hectáreas. De aquella extraordinaria oportunidad queda ahora la mucho más reducida superficie del actual parque del Agua Azul (aproximadamente 13 hectáreas). 

De haberse llevado a la práctica el proyecto del gran parque del Agua Azul, por su mismo calado, por su escala respecto a la que entonces alcanzaba la mancha urbana tapatía, hubiera tenido una profunda repercusión en el futuro de Guadalajara.

 No solamente sus habitantes hubieran dispuesto de extensas áreas recreativas en una zona inmediata a la ciudad, sino que la vocación de atención a la naturaleza y el territorio hubiera quedado inscrita en las instrucciones genéticas de la urbe futura.

La llegada del ferrocarril a Guadalajara representó el primer gran arribo de la modernidad a la segunda ciudad de la República. De allí se derivaron una serie de conflictos. La resolución de uno de ellos a través del uso de los afectados terrenos del Agua Azul en beneficio comunitario mediante la creación de un gran parque urbano es un ejemplo, desgraciadamente desaprovechado, de la posible reconciliación de la ciudad consigo misma.

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