Domingo, 24 de Noviembre 2024
Jalisco | Paty Blue

¿Qué parte de “no niños” no entendieron?

Según Yo

Por: EL INFORMADOR

No se me ocurra chulear a mi nieto o decir que es un niño simpático y encantador, porque más me tardo en terminar mis ponderaciones, que en tener sobre mí a la más sermoneadora de mis concuñas recordándome que a mí no me gustan los niños. Ya me trae de encargo o seguramente le quedé a deber algo porque, en cuanto abro la boca, ahí está para llevarme la contra y recordarme lo que dice ella que siempre he dicho.

Razón no le debe faltar, toda vez que me he empeñado, a lo largo de un buen tiempo, en solidificar mi proverbial vocación de “comeniños”, misma que adquirí desde la adolescencia temprana y refrendé cuando tuve dos vástagos que no me sacaron canas verdes, porque antes me hicieron arrancarme los pelos. Así que ni por equivocación, a menos que se trate de ese hermoso brote que ha conseguido amansar a su abuela, se me ocurre andarme acomidiendo para cargar o zarandear chiquillos ajenos y, lo que es peor, hasta me he atrevido a sacarles la lengua cuando, encaramados en un carrito de supermercado y fuera del campo ocular de su progenitora, se me quedan viendo.

Entrados en intimidades habré de confesar que pocas cosas me ilusionan, tanto o más que la misma posibilidad de entregarme por un rato al mundanal ruido, como recibir una invitación que contenga la atinada y contundente leyenda de “No niños”, con la que los anfitriones expresan su peregrina esperanza de llevar su fiesta en paz. Pero más felicidad me causaría encontrarme con que los padres de esos infantes imprescindibles sobrellevaran el drama que les representa semejante exhortación y acataran sin reparos tan explícita prohibición.

Precisamente, hasta esa coyuntura llegó la discusión con mi pariente, cuando me mostró la invitación a la boda de una sobrina. “¡Ay, no niños!”, rumió, “¿por qué siempre ponen eso?”. Y yo, echando mano de mi lucidez y  sempiterna sabiduría, me apresté a hacerle la puntual traducción: “pos, porque los novios no quieren chilpayates danzando en su fiesta y la novia preferiría deambular por el salón sin que le pisaran la cola”. O la acotación le pareció insuficiente, o le entró el celo maternal con que siempre se adorna. “Lo que pasa es que a ti no te gustan los niños”, me acusó con severidad la acertada madre de cuatro insufribles higaditos que siempre trae colgados como tacuaches, aunque se trate de reuniones nocturnas.

Ni el conciliábulo familiar, ni una servidora, nos tomamos la consecuente molestia de aclararle que para todo hay sitios y momentos, y que una fiesta en un salón, en donde todo el mundo baila, fuma y se emborracha hasta deshoras de la noche no es, ciertamente, el entorno adecuado para que los retoños florezcan sanamente. Y como nadie se sumó a su errabundo concepto de lo que el lazo filial impone, la susodicha concluyó expresando con lastimoso tono que no acudiría al citado festín, porque donde no caben sus hijos, pues ella tampoco. Los violines sonaron y los presentes callaron ante la perspectiva de semejante inmolación. La madre de la futura esposa se acordó que había dejado las tortillas calentando en el comal y el pleno ahogó sus comentarios en el fondo de un plato de pozole.

patyblue100@yahoo.com

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