Domingo, 24 de Noviembre 2024
Jalisco | Entre veras y bromas por Jaime García Elías

—Puntualicemos...

Por un lado, un Gobierno que se ha significado por su incompetencia, su tibieza y su desvergonzada proclividad a malgastar el dinero del pueblo en caprichos y frivolidades...

Por: EL INFORMADOR

También en el caso del enésimo capítulo de la larga historia de una relación “de perros y gatos” entre el Gobierno de Jalisco y la Universidad de Guadalajara, conviene siguiendo el sabio consejo de Hans Küng en Libertad Conquistada, “practicar siempre el noble arte de diferenciar y matizar”.

—II—

Puntualicemos, pues...
La Universidad de Guadalajara, por el espíritu que la anima desde sus orígenes, es una de las más nobles y emblemáticas instituciones de Jalisco. En la práctica, empero, concentra, quizá, más sombras que luces. De éstas sería ocioso hablar, a la vista de la autopromoción que la propia universidad realiza, al efecto de llevar a su molino el agua de las simpatías. En cuanto a las sombras, la dudosa pulcritud de las auditorías a las que supuestamente se somete; el desencanto de los propios universitarios por la escasa solvencia académica, el “amiguismo” como principal —cuando no único— mérito para ascender en el escalafón, y el chambismo ramplón o el ausentismo sistemático de muchos maestros, y por el raquítico nivel de sus publicaciones y programas de investigación, lo que le impide competir con otras instituciones locales dedicadas a la enseñanza superior.

En contrapartida, la obsesión de apostar a empresas paralelas —la FIL, el Festival Internacional del Cine, el Teatro Diana, el Auditorio Telmex, los hoteles, el club deportivo, el Centro Cultural Universitario...— los afanes y los capitales que se regatean a la educación y la cultura.

Del otro lado, un Gobierno que no se ha significado ni por su transparencia, ni por su honestidad, ni por su eficiencia, ni por su respeto a las prioridades que determinan las necesidades de los habitantes, y sí, en cambio, por su incompetencia, su tibieza y su desvergonzada proclividad a malgastar el dinero del pueblo en caprichos y frivolidades... (Y, claro, en salarios, prestaciones y prebendas abusivas para la “burocracia de angora”).

—II—

En síntesis: es imposible asignar a alguno de los protagonistas de este notorio —y, con más frecuencia de la deseable, escandaloso— desencuentro, el rol de “El Muchacho”, ni a su contraparte, en consecuencia, el de “El Villano” de la película.

Lo más probable es que ni unos sean tan buenos como ellos mismos y sus turiferarios pretenden... ni los otros sean tan malos como sus adversarios y sus incondicionales afirman.

(Como decía el añejo epigrama: “No son trasunto fiel del Calvario / las fachas éstas; / ninguno es Dimas; / los dos son Gestas”).

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