Viernes, 29 de Noviembre 2024
Jalisco | Misiva por Guillermo Dellamary

¿Por qué tanta violencia?

Dicen los que saben, que la violencia brota de la frustración, de la impotencia y de la incapacidad por enfrentar los problemas con una visión más civilizada y educada

Por: EL INFORMADOR

Dicen los que saben, que la violencia brota de la frustración, de la impotencia y de la incapacidad por enfrentar los problemas con una visión más civilizada y educada. Pero también, en el fondo, lo provoca el miedo, esa inseguridad que produce la sensación de peligro y de amenaza a la integridad física y mental de la vida. Y la respuesta al miedo y a la frustración es la agresividad.

Entendida en su dimensión más extrema, se convierte en violencia, cuando ya de plano se rompen los mecanismos mentales que la logran contener y se desborda de manera incontrolable en contra de sí mismo o de los demás. Cuando la agresividad se vuelca hacia uno mismo, se convierte en depresión. Cuando se descarga contra los demás, se expresa en forma destructiva.

Algunas tradiciones morales sólo justifican la violencia al prójimo en caso de defensa personal. Lo que implica que puedes hacerle daño a otra persona, si es el otro el que te está lastimando. Pero hoy en día, hasta este principio se ha cuestionado, debido a los descubrimientos de los mecanismos mentales que desarrollan las personas que viven agrediendo a los demás, sin sentir culpa o arrepentimiento. En la mente pueden fabricar sus propias novelas, para crear agresiones imaginadas o arregladas a base de una apreciación muy subjetiva. Lo que facilita que en su mente existan agresores fantasmas, pero que son vistos como reales. Hecho que justifica el uso de la violencia con quien se quiera.
Es lo que hacen muchos vengadores, celosos, envidiosos, abusivos, sociópatas y, en fin, una extensa gama de delincuentes e infractores sociales.

El deseo de imponer, de dominar, de conquistar, de despojar, de humillar y de tantas cosas más que se relacionan con mostrar superioridad frente a los demás, empuja a que la violencia se extienda a muchos ámbitos de la sociedad y sus instituciones.

Las personas violentas son temerosas y hasta cobardes, usan sus instintos para doblegar todo cuanto los amenaza, imaginado o real. Y se vuelcan contra los que perciben como agresores, con violencia desbordada. Precisamente tratan de someter a lo que más le temen, con el mismo recurso que usan sus agresores.

Por eso se ha insistido tanto en que la violencia no frena la violencia, sino que la incrementa. Debe ser el último recurso para frenar la agresividad. Y si se utiliza, hay que ser contundentes y determinantes para que no se siga recurriendo a semejante alternativa. Entre menos se use, mejor. Si dura poco, también. Pero dejar que se convierta en la manera de resolver los conflictos humanos ya habla de una solución enfermiza que irá arrebatando la tranquilidad y civilidad en la medida que va avanzando con su empeño por destruir.

Ante la violencia desbordada urge separar a los belicosos y mandar a cada quien a su esquina, frenar su afán de vencer al otro y levantar la banderita de la PAZ; es la única y mejor solución cuando la agresividad ya se ha perdido de control.

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