Viernes, 29 de Noviembre 2024
Jalisco | A FONDO: INVESTIGACIONES ESPECIALES

Pobreza pone en mayor riesgo a los jóvenes de caer en el narco

Esperan “vivir bien” aunque sea por unos años. Por ello llegan a realizar actividades ilícitas, señalan especialistas

Por: EL INFORMADOR

Tres mil 664 menores han sido detenidos desde diciembre de 2006 en operativos contra grupos organizados. ARCHIVO  /

Tres mil 664 menores han sido detenidos desde diciembre de 2006 en operativos contra grupos organizados. ARCHIVO /

El deslumbre

Memo tiene 22 años. Estudia una licenciatura, vive con su familia en una casa pequeña, en una colonia de clase media de Guadalajara. Con la conocida frase “el que no transa no avanza” justifica que no le importaría poner en riesgo su vida y ganar dinero aunque sea de manera ilegal, “quién no va a querer dinero, a todos nos gusta”. Para él es emocionante esconderse entre los sembradíos de la hierba verde. No puede describir la sensación que le provoca mezclarse entre los narcos, afirma que no hay nada mejor que disfrutar el dinero en “lo que te gusta”.

Durante una reunión y después de haberse tomado una michelada, Memo confiesa a sus amigos que un compadre de su cuñado es miembro del cártel de Sinaloa, y les presume que él ha estado en fiestas del narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán, en Sinaloa, donde la comida y las bebidas con alcohol, como el tequila, whisky, ron y vodka, nunca se terminan. Describió que las fiestas son amenizadas con bandas y grupos norteños que se escuchan en la radio.

Dice que estaría dispuesto a entrarle al negocio, ya estuvo en un sembradío de mariguana al que llegó en una avioneta, ayudó a cargar y descargar la mercancía sin recompensa en efectivo alguna. Con las fiestas y mujeres gratis le bastó. Afirma que tiene fotos donde está él posando con un arma que carga con sus manos a la altura del pecho. Memo lo platica con mucho orgullo y seguridad, pero sus amigos lo miran con extrañeza y deciden mejor cambiar el tema.

Historias como la anterior abundan entre los jóvenes. Para algunos el dinero, poder, respeto, autos, artículos de lujo, acceso a bienes y servicios de manera “fácil”, son los factores que los deslumbran para incorporarse a las filas del narcotráfico.

Hace algunos años ganaban dinero por su trabajo honrado, ahora lo consiguen a través de diversas actividades que ponen en riesgo su integridad.

Los especialistas coinciden en que lo más importante para estos jóvenes es vivir “bien” aunque sea por unos años, mientras se juegan la vida por su familia. Realizan actividades ilícitas sin estar conscientes del sentido real por el cual lo hacen, o simplemente se enganchan al consumo de drogas.

Del gusto a la necesidad

Julián tiene 26 años. En la secundaria empezó a fumar mariguana, en la prepa dejó de consumirla, pero empezó a venderla. Después ya no le sacó ganancia porque regresó al vicio, lo que compraba para vender lo terminaba por consumir.

Le gustaba ir a bares donde tocan rock o metal. A los 20 años dejó esos géneros musicales por la música grupera que tocaban en el Chapus y La Camelia, donde empezó a vender “coca a chavitos ricachones”, no por gusto sino por la necesidad de conseguir dinero para enfrentar el despido de su papá y el poco sueldo que su mamá ganaba como vendedora de casas de interés social. Más tarde también vendió la droga conocida como vidrio, un polvo blanco de consistencia cristalina.

Ahí conoció a un tipo “bien pesado”, que le empezó a pasar droga para que vendiera en ese antro. “Siguió vendiendo en otros más y ahora así anda, en los antros de aquí y de Vallarta dándole a puro morrito de feria”, afirma su hermana Laura mientras espera que su hermana menor, Claudia, salga de visitar a su novio del Reclusorio Juvenil.

Le pagaron 40 mil pesos a Julián porque ayudó a transportar “unas cargas” de mariguana del municipio de Magdalena a Puerto Vallarta. El dinero sirvió para que un abogado agilizara los trámites para pasar a su cuñado de la Penal al Reclusorio Juvenil, quien está preso por asesinar a balazos a un hombre que intentó abusar de él y de su novia.

“Mi hermano es un ca... y la verdad no me da pena reconocerlo”, así califica Laura a Julián. Cuando estaba embarazada, su esposo la corrió de su casa y Julián lo mandó golpear, entonces le dijo que la ayudaría. “Alguien le debía mucha feria a mi carnal y le pasaron una casa que está acá por el Cerro del Tesoro”.

A pesar de que el cielo está nublado el calor se siente. De la cara de Laura no sólo escurren gotas de sudor, las lágrimas también se sueltan y poco a poco van desapareciendo por su cuello. Apunta que tiene todo, que no le hace falta nada, pero que “vivir así no es vivir”, le preocupa que se cumplan las amenazas que le han hecho a su hermano de matar a su papá.

Para el coordinador de la Maestría en Gestión y Desarrollo Social de la Universidad de Guadalajara (UdeG), José Igor  González, los jóvenes que se acercan a actividades relacionadas con el narcotráfico, además de tener acceso a recursos económicos casi de manera inmediata, también encuentran “un atractivo cultural relacionado con cuestiones alrededor del poder y el respeto, así como una implicación ética y estética”.

Si Julián tuviera el dinero de los jóvenes a los que les vende droga, estaría estudiando una carrera para no tenerse que dedicar al comercio de drogas. Dice que es muy duro estar en ese negocio. Siempre está asustado y temeroso, aunque sabe actuar con mucha seguridad. Se siente perseguido cuando vaga por las calles, en lugares públicos y hasta cuando le llaman a su radio de un número que no está en su lista de contactos.

Sin escuela ni trabajo


No existe una distinción definida y única de los sectores socioeconómicos a los que pertenecen los jóvenes que buscan vincularse con el narcotráfico. El investigador de juventud y cultura política, José Igor González, enfatiza que es importante “no satanizar la idea de que aquellos que son más pobres tienen un mayor vínculo con el narco, sino que son los que están en mayor riesgo”, debido a que padecen más la falta de cobertura de programas sociales y gubernamentales que les permita estudiar y/o trabajar para obtener recursos de manera lícita.

Rossana Reguillo, investigadora y académica del Departamento de Estudios Socioculturales del ITESO, explica que el narco no solamente es un grupo delincuencial sino “una dimensión portadora de sentido”, en la cual los jóvenes que ingresan a sus filas no solamente encuentran trabajo, sino que además “les da un profundo sentido de pertenencia” ante la falta de capacidad del Gobierno de rescatar a esos jóvenes.

Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval), de los 107 millones de personas en México, 47.2 millones son pobres y otros 35 millones son vulnerables a enfrentar carencias. En estos sectores podrían estar insertos los 7.5 millones de jóvenes, de entre 12 y 29 años, que ni estudian ni trabajan, que señala como ninis el rector de la UNAM, José Narro.

Con la cifra anterior coincide el senador Guillermo Tamborrel Suárez, presidente de la Comisión de Atención a Grupos Vulnerables en el Senado de la República, quien además advierte que estos jóvenes están en riesgo de caer en las adicciones y después en el crimen organizado.

A su parecer, como resulta que algunos jóvenes no trabajan, al menos no en la economía formal, para poder sufragar su adicción empiezan a desarrollar diferentes trabajos para el crimen organizado, como de observadores o “halcones”, y después son atrapados poco a poco a través de la adicción, “lo que los lleva a comercializar las drogas y enganchar a sus amigos y vendérselas a ellos. Estos jóvenes son carne de cañón porque acaban entregándose y como paga reciben la misma droga para que la consuman”, explica el panista, aunque los investigadores señalan que más que para poder sustentar los gastos de las drogas que podrían consumir los jóvenes, lo que éstos buscan es salir del estado de precariedad en el que viven.

Sin embargo el consumo y el narcomenudeo de drogas son aspectos que se relacionan con delitos que cometieron algunos jóvenes menores de edad en la zona metropolitana –la cifra es desconocida pero las historias abundan– que cumplen condenas en el Reclusorio Juvenil. Algunos asesinaron, otros robaron o asaltaron bajo los efectos de alguna droga.

Desde hace nueve meses Maricela acude al Reclusorio Juvenil todos los sábados a visitar a su hijo de 17 años. Tendrá que pagar una condena de un año y medio porque se robó mercancía de la abarrotera donde trabajaba. Cree que fue mal aconsejado por sus amigos de pandilla, quienes se dedican a asaltar gente en la calle y a choferes de camiones urbanos. “Sus dizque amigos se meten drogas y son muy borrachos, sinceramente yo creo que mi hijo también ya andaba en eso, estaba muy violento con nosotros”, reveló la madre.

El consumo de drogas es un problema de salud pública que se atiende en clínicas públicas y privadas en donde existen diferentes programas de rehabilitación. Los centros particulares no son de fácil acceso para toda la población porque sus tratamientos cuestan entre 35 mil y 60 mil pesos.

Opción que a veces no se elige

De acuerdo con estadísticas oficiales, tres mil 664 menores han sido detenidos desde diciembre de 2006, cuando el Presidente Felipe Calderón declaró la batalla a los narcotraficantes. Estos datos fueron proporcionados a la periodista Daniela Rea, como respuesta a una solicitud de información vía Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (IFAI).

Tres mil 406 menores fueron detenidos hasta abril de este año, según reportó La Procuraduría General de la República (PGR); la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) detuvo a 232, mientras que la Secretaría de Marina (Semar) arrestó a 26 jóvenes menores de 18 años. La mayoría de los detenidos tienen entre 13 y 17 años de edad. El número de casos podría ser mayor ya que, estas cifras no incluyen a los menores que han sido detenidos por autoridades estatales o municipales.

Para Rossana Reguillo, investigadora de temas relacionados con culturas juveniles, violencia y  miedo social, este tipo de jóvenes encuentra en el narco una solución a la continuidad de la vida como estrategia que en ocasiones no se elige. “En Durango y Tamaulipas hay niveles de pobreza y abandono del Estado que ni siquiera hay un discurso  aspiracional de que quiero ser narco, es que no hay de otra sopa”.

Cuando Laura y Julián estudiaban el bachillerato, su situación económica sólo les daba para comer y pagar los servicios de la casa. Su papá era jefe de intendencia en una empresa que después quebró y su mamá trabajaba en una fábrica de ropa. Julián consiguió emplearse en una paletería, luego se puso a lavar carros en un agencia, “como en los dos lados le pedían que trabajara todo el día, se salió de la escuela, después regresó a la prepa y empezó a vender mariguana”, recordó su hermana.

En la agencia de autos usados donde trabajaba Julián, no sólo entraban y salían vehículos sino también armas y drogas. El dueño del negocio de autos a consignación le pagaba seis mil pesos a la quincena, pero ya no por pasar un trapo por encima de los coches. Era por filtrar drogas a los antros y venderlas. De la venta sacaba otro tanto de ganancias, de dos mil a cuatro mil pesos cada fin de semana.

Combatir el narcomenudeo es corresponsabilidad de los gobiernos estatal y federal, subraya el senador Tamborrel Suárez, además apunta que los gobernadores por comodidad, complicidad o por cobardía permitieron que el crimen organizado se insertara en su Estado, y lo atribuye al “pretexto de que como era un delito federal no abatían el narcomenudeo”.

Para que historias como la de Julián no se repitan, Tamborrel Suárez subraya que el esquema laboral es muy rígido y por ello los empleadores no ven con buenos ojos contratar a jóvenes, “para ellos es más fácil pagar horas extra o forzarlos a trabajar con más intensidad que contratar personal nuevo, pero implica un riesgo muy grande para el patrón y mejor decide no darles la oportunidad. Esto deja al joven en la calle”.

Al mismo tiempo subraya la importancia de flexibilizar el esquema laboral para que los jóvenes puedan ser contratados por periodos de prueba, por temporadas y/o por horas. “Lo que urge es una reforma laboral que permita que esos jóvenes que hoy están de vagos, los ninis, puedan encontrar una opción laboral”, exhortó Tamborrel Suárez.

“Me provoca mucha risa la discusión respecto a los llamados ninis, mucha gente los critica porque pareciera que ellos buscan no estudiar ni trabajar, pero no es así, más bien lo que ocurre es que no existen las condiciones necesarias para estudiar y/o trabajar”, aclaró el académico José Igor González.


PARA SABER

El término nini se acuñó en España para hacer alusión a los jóvenes desempleados y quienes después de haber estudiado el nivel superior prolongaban su estancia en la casa de sus padres por la falta de condiciones laborales. “El contenido que se le ha dado a los ninis es muy perverso (en ocasiones) porque se piensa justo en una juventud bucólica que se la pasa de plato en plato de cocaína, de tacha en tacha sin hacer nada, pero no, el término nini no alude a eso, fue pensado para un contexto sociopolítico y económico diferente al nuestro”, detalló Rossana Reguillo.

Menores de edad detenidos en Operativos federales contra grupos organizados:


El número de jóvenes menores de edad detenidos pasó de un promedio de 70 al mes en 2006 a 110 en este año.

Diciembre 2006:            64

2007:            868

2008:            1,020

2009:            1,272

Enero-abril 2010:            440


Jóvenes desocupados



Según cifras del Consejo Estatal de Población (Coepo), en cinco años el número de jóvenes desempleados y sin ir a la escuela se triplicó. En 2005 se reportaron  85 mil 728 desocupados y en 2010 se estima que en Jalisco hay 273 mil que no estudian ni trabajan.

Año              Jóvenes desocupados

2005            85,728

2006            105,887

2007            100, 861

2008            113,019       

2009            163,517

2010            273,000*

 

(*) Estimado para 2010

 

Fuente: Consejo Estatal de Población con base en INEGI, Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, 2005-2009

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