Pasión por la Virgen, desde las cuerdas

ZAPOPAN, JALISCO.- Para Ricardo Hernández Loreto, la Romería significa más que simplemente acompañar a la Virgen hasta la Basílica.

Como miembro de la Guardia de Honor de la Virgen de Zapopan,  tiene bajo su responsabilidad la seguridad de las vallas laterales, mejor conocidas como calabrotes.

“Nuestra función principal es llevar las vallas de los dos lados, para darle un margen a la camioneta en donde va la madre santísima”.

Tras esbozar una breve sonrisa, explica que los calabrotes son esas gigantescas cuerdas, de las cuales la gente tira, para acompañar a la “Generala” hasta su recinto. Éstas, dependiendo la ocasión, pueden medir 100, 200 o hasta 700 metros en el caso de la Romería.

“Ahorita no hay problema porque venimos muchos de los compañeros, pero ha habido ocasiones, cuando la Virgen empieza su peregrinar por los diferentes templos, que únicamente nos encargamos de los calabrotes cuatro compañeros…imagínate”.

Aunque desde hace cinco años forma parte de la Guardia de Honor, explica que su devoción por la Virgen comenzó desde los cinco años de edad, cuando su madre lo llevó por primera vez a una peregrinación en la que se encontraba la venerada imagen.

“La primera vez que la vi (a la Virgen), yo recuerdo que nuestra madre nos llevaba a Zapopan a misa. Yo recuerdo haberla visto tan hermosa, tan bella, que desde entonces he sentido un gran amor hacia ella”.

Actualmente, detalla sin descuidar su función en la peregrinación, existen guardias de honor de la Virgen de Zapopan en diversas zonas del país, tales como la Ciudad de México,  Monclova, Ixtapalapa, Nayarit y Álamo en Sonora.

Mientras avanza un poco aturdido por el ruido que producen los helicópteros que patrullan la zona, levanta en lo alto la bandera de la guardia para guiar a sus 63 compañeros.

“Cuando ponemos la bandera vertical, indica alto total. Cuando la ponemos a nuestro lado derecho, significa avanzar rápido y cuando la ponemos hacia el lado izquierdo se debe avanzar a velocidad normal”.

Aunque se dice contento por el papel que desempeña dentro de la peregrinación, no deja de reconocer que le gustaría formar parte de los compañeros que se encargan de remolcar el carro de la “Generala”, pues según los estatutos de la propia Guardia de Honor, se requiere hacer “muchos méritos y sacrificios” para ocupar esa “privilegiada” posición.

Su uniforme en vivos blancos y azules se difumina entre la multitud. La bandera en lo alto, comienza perderse en la muchedumbre que aguarda ansiosa la llegada de la “Generala”. Lo que no se esfuma en Hernández Loreto, es su devoción y fe hacia la inmaculada imagen, características que, seguramente lo alentarán para participar como “calabrotero” en la siguiente edición de la Romería.