Jalisco | Por: Juan Palomar Verea ¿Para quién es la ciudad? LA CIUDAD Y LOS DÍAS 24 DE JULIO 2009 Por: EL INFORMADOR 24 de julio de 2009 - 01:54 hs Para todos. Así de fácil, así de complicado. La territorialidad es uno de los instintos básicos de los mamíferos, es una de las condicionantes esenciales de las agrupaciones humanas. La ciudad, mucho se ha dicho, es la creación máxima de la especie: el summum de sus conocimientos y la más reveladora expresión de cualquier civilización. Una urbe es el complejo resultado del impulso básico de la territorialidad humana que existe en cada individuo, conciliado, a través de múltiples procesos, con la aceptación del otro, con el reconocimiento de la comunidad. Este reconocimiento de la existencia de una comunidad supone el establecimiento de toda una serie de reglas y ordenamientos que permiten la convivencia y el favorable desenvolvimiento de las actividades cotidianas de la urbe. Este acuerdo posibilita también que la ciudad se desarrolle, corrija sus desventajas, proponga y realice nuevos proyectos para adecuarse a sus actuales y futuras necesidades. ¿De quién es la Plaza de Armas, por ejemplo? De toda la comunidad, de quien vive en cualquiera de los municipios conurbados, de los habitantes del estado de Jalisco, de los moradores de otras partes de la república. Un yucateco tiene el mismo derecho de gozar de la Plaza de los Laureles que el que tiene un sonorense para irse a sentar en la plaza de Santo Domingo en Oaxaca. Inclusive, y esta es una de las más nobles cualidades de las ciudades -su condición de territorios abiertos- los visitantes de otros países pueden habitar, y gozar o padecer, tranquilamente, los barrios, las rinconadas y los vericuetos de París, Nueva York, Calcuta, Cartagena o la ciudad de México. Naturalmente -como diría el maestro y arquitecto José María Buendía- bien se quiere lo que bien se conoce. Y es normal y necesario que los moradores de Tepito, le Marais o el Santuario, tengan un sentimiento de pertenencia y de orgullo por su entorno inmediato. Pero también es saludable, y esperanzador, que los demás habitantes de México, París o Guadalajara -o de cualquier otra parte del planeta- conozcan, experimenten y se apropien de esos barrios, de esos lugares. De eso se tratan las ciudades. La ciudad permanece, con todas sus mudanzas y variaciones. Los habitantes pueden cambiar de domicilio y de costumbres. Las generaciones pasan. Quienes hicieron la ciudad hace dos siglos o hace cincuenta años trabajaban para sí mismos y para los que ahora recibimos en herencia el fruto de sus esfuerzos, de sus aciertos o errores. Cada generación tiene la responsabilidad de asumir la ciudad, y el derecho y la obligación de buscar su mejoramiento. Y de transmitir en herencia, a los que vienen, una urbe más digna, más justa, más bella. Este proceso civilizatorio impone, a cada generación, la tarea de pensar la ciudad, y de actuar para conservarla y para cambiarla, para hacerla más habitable, más humana. No se puede abdicar de este derecho, ni rehuir esta obligación. La cobardía o el interés mezquino están en la raíz de la decadencia urbana. La generosidad y la lucidez, la tolerancia y la apertura a los nuevos tiempos posibilitan, en cambio, que los actuales y los futuros dueños de las ciudades -que somos todos- tengamos una vida más cercana a nuestras necesidades y deseos. jpalomar@informador.com.mx Temas La ciudad y los días Juan Palomar Verea Lee También Descubren en Chapultepec los restos de un muelle y un canal de agua de la época prehispánica Sociales: Hard Rock Cafe Guadalajara abre sus puertas en un nuevo espacio Sociales: 21° Torneo Adolf Horn de American Chamber México | Capítulo Guadalajara Clima en Ciudad de México hoy: el pronóstico para el miércoles 27 de noviembre de 2024 Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones