—¡Para ayer...!

La noticia del día, a nivel doméstico, por encima de las rutinarias historias de intrigas y bajezas de la clase política que los naturales de estos pagos nos sacamos en la rifa, fue la “chuza” de varios vehículos en el ingreso de Chapala a Guadalajara. Reducida a números —la fórmula perfecta para despojar a un hecho de su dimensión humana y para transformar un drama en incolora, inodora e insípida estadística—, la noticia sería ésta: un tráiler que perdió los frenos, prácticamente en plena carretera, colisionó con otros 15 vehículos en marcha. El saldo, 65 heridos; cinco de ellos, según los reportes iniciales, graves.

Al margen del drama que la numeralia elude de manera sistemática (la eventualidad de que alguno de los heridos pudiera fallecer a causa de las lesiones; las secuelas temporales o permanentes que pudieran quedar; el daño patrimonial que sufrieron quienes vieron cómo sus automóviles se convirtieron, en unos cuantos segundos, en sendos bodoques de hierro retorcido; el perjuicio económico que resentirán quienes hayan quedado incapacitados, así sea por unos días, para trabajar...), está el que parecería ser, dadas las circunstancias, el hecho sobresaliente: ¡no hubo muertos...!

(Para que el señor Ripley siga poniendo en tela de juicio la eficacia del compromiso de la Virgen de Zapopan, de proteger a los habitantes de este Valle de Lágrimas, de calamidades y contingencias. De algunas, al menos. No de todas, porque —disculpen ustedes, señores mortales...— hasta para los milagros hay límites).

—II—

El hecho ocurre unos días después de que el secretario de Vialidad había anticipado que “en breve” habría noticias con relación a un “operativo” que comenzaría a implementarse en el Periférico, al efecto de reducir los riesgos de accidentes de fatales consecuencias por la carga vehicular, el exceso de velocidad, el tráfico pesado y, en una palabra, la anarquía que, ante la incapacidad de los granjeros para meter las gallinas al guacal, se ha enseñoreado de esa rúa. Se sobreentendía que, al hablar del Periférico, se aludiera también, por extensión, a arterias que comparten con él la misma problemática.

—III—

El asunto, en términos llanos, se circunscribe a los dos puntos que, para fenómenos similares, se aplican en todo el mundo civilizado. El primero, poner reglas claras (límites precisos de velocidad, carriles exclusivos para el tráfico pesado...). El segundo, hacer cumplir esas leyes...

Y —como dijo el ratón: “Ya encarrerados...”—, uno más: lo anterior urge... ¡para ayer!