Ordenan a 46 presbíteros y 10 diáconos

GUADALAJARA, JALISCO (19/MAY/2013).-  Como rito esencial del sacramento del orden, el arzobispo de Guadalajara, Francisco Robles Ortega, posó las manos en la cabeza de cada hombre y después oró para pedir a Dios la efusión del Espíritu Santo. Ese domingo encabezaría la ordenación de 46 presbíteros y 10 diáconos, ante un abarrotado Auditorio Benito Juárez que celebró la llegada de los nuevos sacerdotes.

En la ceremonia de cuatro horas se leyó el libro de los Hechos de los Apóstoles 1, 1-11, la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios 12, 3-7, 12-13 y el Evangelio según San Juan 20, 19-23. También se escuchó el Himno al Espíritu Santo, típico de la fiesta de Pentecostés.

Después del Evangelio, los aleluya y el "Gloria a ti, señor Jesús", los ahora diáconos se acercaron al presbiterio y luego hicieron lo mismo los nuevos sacerdotes. Éstos últimos fueron llamados en voz alta, uno a uno.

Como se pidió no aplaudir, cuando los familiares y amigos del presbítero en cuestión escucharon su nombre agitaron banderas, globos o palitos con tiras de papel en plata y dorado. 

Acto seguido, el cardenal Robles Ortega preguntó si eran dignos de ostentar cada nombramiento, a lo que se respondió que, según el testimonio del pueblo, sí.

Como parte del protocolo, los diáconos manifestaron su promesa de abrazar el celibato y la voluntad por cumplir con su encargo; además consignaron su obediencia y respeto a Robles Ortega y a sus sucesores. En tanto, los sacerdotes renovaron esa obediencia y respeto y expresaron su interés por ser presbíteros.

Una vez que el arzobispo confirmó que los 10 hombres son diáconos, se les vistió de acuerdo a lo establecido: con la dalmática. También recibieron el libro de los evangelios. 

A quienes se les volvió a pasar las manos por la cabeza fue a los nuevos presbíteros, esta vez por decenas de sacerdotes ya entrados en edad. Después, Robles Ortega les entregó simbólicamente patena y cáliz. Él mismo santificó las manos de los 46 ordenados y los abrazó, no sin antes desearles paz.   

Uno de los actos simbólicos desarrollados durante la ceremonia fue la postración de los 56 ordenados, en signo de humildad ante la gracia concedida por Dios, que los llamó a formar parte de la Iglesia.  Casi al final del acto, los nuevos sacerdotes escucharon el nombre de la parroquia a la que fueron asignados.

"No son enviados como gerentes de una empresa, son enviados como pastores, para atender" a los fieles que viven su religión, pero sobre todo a quienes se han alejado de la Iglesia, les dijo el arzobispo de Guadalajara en la homilía. "Su modelo es Cristo; su fuerza, el espíritu de Cristo", añadió.   

Por último, el obispo pidió a la Virgen de Zapopan "cuidar el don del sacerdocio" y cerró la jornada con la bendición para los presentes.  
 
Para saber
 
"Los presbíteros, como colaboradores diligentes de los obispos y ayuda e instrumento suyos, llamados para servir al Pueblo de Dios, forman con su obispo un único presbiterio, dedicado a diversas tareas. En cada una de las comunidades locales de fieles hacen presente de alguna manera a su obispo, al que están unidos con confianza y magnanimidad; participan en sus funciones y preocupaciones y las llevan a la práctica cada día" (Lumen Gentium 28).

Corresponde a los diáconos asistir al obispo y a los presbíteros en la celebración de los divinos misterios, sobre todo de la Eucaristía; asistir a la celebración del matrimonio y bendecirlo; proclamar el Evangelio y predicar; presidir las exequias y entregarse a los diversos servicios de la caridad, entre otros.  

Las ordenaciones del obispo, del presbítero y del diácono tienen el mismo dinamismo y el lugar propio de su celebración es dentro de la Eucaristía.
 
EL INFORMADOR / MIRIAM PADILLA