Lunes, 25 de Noviembre 2024
Jalisco | En tres patadas por Diego Petersen Farah

Muros mentales

En la política, el muro limita el acceso. En el espacio público, el muro es una contradicción

Por: EL INFORMADOR

Diego Petersen Farah  /

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El muro es una barrera. Limita lo de dentro y lo de fuera; los que están y los que nos están; los que tienen acceso y los que no lo tienen; los que sí y los que no. Como se vea, un muro es siempre una forma de exclusión. En la propiedad, el muro es el límite de lo privado. En la política, el muro limita el acceso. En el espacio público, el muro es una contradicción.

Los muros son barreras defensivas y son proporcionales al miedo. En los cotos, por ejemplo, dimensionan el miedo de los de dentro y la desconfianza con los de fuera. Los muros sociales son los límites que nos autoimponemos, la mayoría de las veces de manera absurda, sobre el comportamiento esperado (el jefe Roger Waters lo dijo mejor que nadie). Pero los muros más complejos y duros de derribar son los muros mentales, marañas construidas de ese material invisible llamado prejuicio, que nos impiden ver las cosas de manera distinta.

El caso de los muros que las autoridades están construyendo alrededor de las instalaciones panamericanas de natación y tenis en el Parque Metropolitano son ejemplares, y por lo mismo no pueden pasar como un debate más, mucho menos como una razón de autoridad. Ignoro si los muros son necesarios para la realización de los eventos Panamericanos, esto es, si las exigencias de seguridad de los atletas los requieren. De lo que estoy cierto es que, en todo caso, el día primero de noviembre deben desaparecer.

Hay dos razones fundamentales para que las instalaciones dentro del parque no tengan barreras. La primera es que el Estado no puede promover el miedo. Si el mensaje es que las instituciones del Estado nos tienen miedo estamos perdidos. Si lo que se requería eran instalaciones limitadas y resguardadas deberían haber buscado un predio limitado, no ir a invadir un parque que, por definición, es público y abierto. Si se decidió hacerlo ahí es porque está perfectamente demostrado que las instalaciones deportivas pueden convivir en el espacio público.

La segunda es que, cuando se discutió la inclusión de instalaciones deportivas panamericanas dentro del Parque Metropolitano, el argumento central de los opositores fue que eso iba a cercenar una parte del parque. Las autoridades negaron rotundamente que esa fuera la intención y el plan que se consultó y autorizó no tiene barrera alguna. Si permitimos que se construyan esas barreras le habremos dado en la torre a lo poco que queda de confianza de los ciudadanos y le estarán dando la razón a quienes por definición se oponen a cualquier proyecto de Gobierno porque no se puede confiar en las autoridades. No sé cuánto cueste el patrimonio que se debe proteger dentro de las instalaciones ni cuánto cueste poner una vigilancia distinta a los muros, pero lo que sea no vale más que la credibilidad y la confianza entre autoridades y sociedad. Los prejuicios son muros más costosos.

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