Lunes, 25 de Noviembre 2024
Jalisco | Por Guillermo Dellamary

Misiva

Me inclino por despertar una visión que nos haga más sensibles al dolor y a las carencias de los demás

Por: EL INFORMADOR

Sensibles al dolor

Las tragedias humanas, sea la violencia en nuestro país o el terremoto en Japón, nos enseñan cuán frágiles somos.

La solidaridad no tiene precio, es un valor universal que debemos inculcar a nuestros hijos en todas las etapas de formación.

A veces siento que enviamos a nuestros hijos a la escuela a que aprendan a prepararse para vivir un mundo mejor, y me quedo frustrado cuando me percato que sólo les enseñan alguno que otro conocimiento y casi nada de valores humanos.

Me da la impresión de que el sistema educativo quiere preparar personas para ganarse la vida, para obtener un empleo o para cumplir con las leyes del Estado. Pero no para ser personas comprometidas con el bien social.

Es fácil aceptar que la educación es un remedio universal para muchos males, pero no acabamos por sustentar un modelo que realmente cumpla con el objetivo de mejorar la calidad de nuestras vidas.

Con base en este planteamiento, me inclino por promover una mayor capacidad de superar nuestros egoísmos. Despertar una visión que nos haga más sensibles al dolor y a las carencias de los demás. En fin, a incitar un espíritu de solidaridad por quienes carecen de lo necesario, para vivir una vida de calidad.

Si de algo tenemos certeza, es de que algún día vamos a morir, y eso nos causa dolor, muchas veces más por el que nos ocasiona la partida de los seres queridos que por la propia. Pero tenemos miedo a sufrir y no sabemos cómo superarlo y enfrentarlo de una manera que no nos haga daño.

Alguien nos tiene que preparar para vivir una vida con más valentía y capacidad de no atormentarnos a nosotros mismos. Y esa responsabilidad alguien la debe de asumir.
Muchos niños y jóvenes van a la escuela a sufrir, sin que nadie les enseñe a no entregarse innecesariamente al dolor.

En el dolor y el sufrimiento aprendemos a crecer, a salir adelante a pesar de las dificultades. En el dolor también nos hacemos más fuertes y capaces para soportar muchos problemas más; pero sobre todo nos hacemos más sensibles al dolor de los demás. Y esto es lo que nos permite ser capaces de poder ayudar al que padece lo mismo que a ti te ha sucedido.

La pobreza, la marginación, la exclusión, el abandono, el despojo y las persecuciones han sido fuente de mucho sufrimiento a lo largo de la historia. Lamentablemente si no enseñamos a superar estas malas experiencias, se transforman en rencor, en odio y en ganas de vengarse, y todos estos sentimientos nutren la violencia y la ruptura del respeto.

Si queremos mejorar nuestra calidad de vida, empecemos en el hogar, tenemos que enseñar a sobreponernos al sufrimiento, pero por sobre todas las cosas a nos causarles dolor a los demás.

No lo vamos a poder evitar, pero sí lo podemos reducir teniendo más respeto. Pero especialmente siendo más sensibles al dolor ajeno y estar dispuestos a ir en su auxilio.

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