Jalisco | AL MARGEN DEL PODER POR JORGE REGALADO SANTILLÁN Miguel Ángel López Rocha y Ramiro Castro Arellano Es muy diferente cuando hablamos de personas con nombre y apellido que han fallecido, a cuando nos referimos a ellos en abstracto Por: EL INFORMADOR 28 de julio de 2010 - 06:04 hs Jorge Regalado Santillán. / Es muy diferente cuando hablamos de personas con nombre y apellido que han fallecido, a cuando nos referimos a ellos en abstracto. Así mismo, hay un gran contraste cuando aludimos a personas que han muerto sin estar, como se dice, en edad para ello, o cuando las causas de su deceso son imputables a errores u omisiones que tienen que ver con el incumplimiento de acuerdos y obligaciones en el ejercicio del poder. En los pueblos de la barranca del Río Santiago, mucha gente con varias recetas médicas en mano afirma que el incremento de sus enfermedades y la muerte es producto de la contaminación de los ríos, arroyos, manantiales y ojos de agua que hacen, por un lado, las aproximadamente mil 500 industrias instaladas junto al Río Santiago en el trayecto que va de Ocotlán a El Salto y, por otro, la gran cantidad de lixiviados que producen los basureros Los Laureles, Picachos y Hasar’s, así como el impacto negativo que los olores que emanan de estos vertederos tienen sobre la calidad de aire que respiran miles de personas que viven por estos rumbos. El caso de defunción más conocido es el de Miguel Ángel López Rocha, un niño de apenas seis años de edad, quien el día 26 de enero de 2008 cayó accidentalmente en el río, ingirió de sus aguas, a las pocas horas estaba en coma y murió el 13 de febrero del mismo año. El primer parte médico fue contundente. Traía en su sangre grandes cantidades de arsénico. El Gobierno negó esta versión, no aceptó responsabilidad alguna y tampoco ha variado su posición respecto de la contaminación del río. Los constructores del fraccionamiento La Azucena y el Ayuntamiento de El Salto que autorizó su edificación a menos de 50 metros del río, tampoco asumieron responsabilidad alguna. La semana pasada, Ramiro Castro Arellano, de 55 años de edad, vecino de Huaxtla, municipio de Zapopan, la madrugada del 8 de julio pasado salió apresuradamente de su casa porque su esposa, Aurelia Machuca Plascencia, sufrió una picadura de alacrán. Ni ellos ni sus vecinos tenían el suero necesario para combatir los efectos del veneno. En la Casa de Salud ni pensarlo, hacía seis meses que personal de la Secretaría de Salud había hecho un inventario de medicamentos y no volvieron a aparecerse. Así las cosas, en su coche Ramiro salió a toda prisa rumbo a la ciudad con la mala suerte de que en la carretera a Colotlán se topó con un recipiente para colocar basura, y al esquivarlo se volcó. Alguien los auxilió y fueron trasladados al hospital San Javier. Ramiro quedó en coma, pero luego murió el 20 de julio; Aurelia, ahora viuda, resultó con varias costillas rotas y golpes severos. El 14 de octubre de 2009 varios representantes de estos pueblos, los representantes del basurero Hasar’s, el Ayuntamiento de Zapopan, la Proepa y la Semades, suscribieron un compromiso en el cual justamente se comprometieron a que la Casa de Salud de Huaxtla tuviera el cuadro básico de medicamentos y a que funcionara adecuadamente. Nueve meses después este compromiso mínimo no se había cumplido. La muerte sigue avanzando. Temas Ambiente Rotonda Al margen del poder Lee También Más de 10 mil personas se han registrado para contender en elección judicial Conoce una tendencia sostenible en la alimentación ¿Sabías que cada forma de nube tiene su propio nombre? Estudian impacto del cambio climático en el mosco del dengue Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones