Miércoles, 20 de Noviembre 2024
Jalisco | Una travesía de ayuda por el África Subsahariana

Médico tapatío da apoyo en el país más pobre del mundo

Mientras en Guadalajara ejercen 35 mil doctores, en Sierra Leona no llegan a cien médicos generales en todo el país

Por: EL INFORMADOR

Carlos Acedo con un grupo de niños, en domingo de futbol. EL INFORMADOR  C. ACEDO  /

Carlos Acedo con un grupo de niños, en domingo de futbol. EL INFORMADOR C. ACEDO /

GUADALAJARA, JALISCO (19/JUN72010).- El médico tapatío Carlos Acedo se internó 45 días en Sierra Leona, al centro oeste de África, nación considerada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como la más pobre del mundo. Carlos vivió de cerca el hambre, la exclusión y la pobreza de una nación azotada por guerras civiles, malversación de fondos, corrupción estatal, cicatrices poscoloniales y una institucionalidad casi nula.

El especialista en ginecología y experto en manejo de ultrasonido, decidió dejar la comodidad de una situación económicamente holgada para enfrentarse a un reto que pocos se atreven a afrontar.

La realidad sanitaria en Sierra Leona es sumamente complicada. Los médicos se cuentan por decenas y las necesidades son apremiantes. Carlos se encargó de generar las capacidades necesarias en el personal médico para utilizar el ultrasonido, así como realizar cirugías que salvaron la vida a centenares de personas.

La empresa no fue fácil: robos, extorsiones, maltratos y abusos eran hechos cotidianas. Al final, lo que queda es una experiencia enriquecedora que aglutina a personajes tan disímiles como guerrilleros o aldeanos mezclados con misioneros y agentes aduanales corruptos y extorsionadores.

Un médico tapatío en la zona más pobre del planeta

Carlos Acedo recuerda a Sierra Leona de muchas maneras. Para él, ese pequeño y extremadamente pobre país africano no sólo significa guerra civil, condiciones de vida infrahumanas o carencias superlativas, sino que también simboliza solidaridad, experiencia y arrojo. La pobreza extrema es un “flagelo injusto”, señala este médico tapatío, mientras platica apasionadamente su encuentro íntimo con la exclusión y el abandono que representa Sierra Leona para la comunidad internacional.

Acedo identifica, en formatos de cooperación y solidaridad, la llave para comenzar a construir una base humana que sea capaz de asemejarse a una larga “cadena de favores”, complementaria y desinteresada. La empresa de Carlos Acedo encontraba su génesis en una mera casualidad, como aquéllas historias que nacen de la cotidianeidad.

El acercarse a la organización Médicos Sin Fronteras lo catapultó a una nación de seis millones de personas, con un promedio de edad de 39 años, con sólo 95 médicos generales y con un salario aproximado de 500 pesos al mes para siete personas. La llegada no fue sencilla: extorsiones, confabulaciones, hospedajes sucios y días sin dormir fueron algunos de los atropellos que le dieron la bienvenida en un país que, a pesar de todo, nunca dudó en ayudar.

Carlos Acedo es un médico sumamente reconocido en Guadalajara, su especialidad es el ultrasonido y la ginecología. El principal objetivo del tapatío fue paliar, aunque sea marginalmente, con sus conocimientos, algunas de las grandes carencias que siglos de explotación, malformación institucional y colonización han dejado en Sierra Leona.

 “Es impresionante la cantidad de gente que arriba al hospital “Holy Spirit” (Espíritu Santo, en inglés); no podíamos atender a todos, a pesar del estupendo trabajo del director Patrick Turay, que ha puesto el empeño suficiente para que la unidad médica funcione a niveles de primer mundo”.

Carlos comprendía que las ausencias de atención integral en salud no eran sólo causa del subdesarrollo médico, sino que la falta de recursos económicos explicaba en gran parte este fenómeno. “Yo no podía curar a todos; la cirugía ascendía a tres mil pesos por persona, yo pagaba a dos diarios, el trabajo más complicado era elegir quién”.

Los primeros días de Carlos en tierras africanas fueron sumamente complicados. Cada minuto y cada paciente eran eternos, el tiempo no pasaba, para Carlos el reloj se había detenido cuando tomó el avión y comenzó su travesía.

Sin embargo, él se dio cuenta de su posición: “Tengo una familia acomodada, lujos y una vida muy holgada, estoy obligado a compartir, es mi responsabilidad”.

Allí, todo cambió. Las penurias se convirtieron en alegrías, el tiempo en disfrute, el trabajo en pasión y Sierra Leona en un reto”.

A partir de ese día, los encuentros, sueños y miedos se realizaron, Carlos decidió alejarse de “casa” por 45 días y dedicarse enteramente a su labor en el África Subsahariana.

 Así llegó la presencia de su amigo Goloko, que cada mañana lo sorprendía cerca de las seis de la mañana, o al ex guerrillero Edwin, un especialista en cortar manos en la guerra civil y con quien compartió horas de plática y tolerancia a través de la fundación “Todos Somos Inocentes”.

 Y sí, el África poscolonial está lleno de historias desgarradoras que cuentan a niños educados para matar y a familias enteras cooptadas por la guerra y el sufrimiento. Pobreza, exclusión, segregación e injusticia conducen irremediablemente a una violencia estructural, sostenida y constante.

Carlos se propuso el día en que tomó la decisión de volar al llamado continente negro no volver repleto de ira y arrebato contra la sociedad. “No quería convertirme en un rebelde social, si iba a Sierra Leona era para ayudar, y no para volver con una actitud agresiva hacia la sociedad”.

La mentalización fungía como la base de apoyo para poder volver con los pies en la tierra. “Me preguntaba, después de esta convivencia tan cercana con la pobreza y la miseria, ¿Cómo podré volver a mi club deportivo o jugar tenis los fines de semana?”.

 Pero se dio cuenta de lo que la solidaridad representa en un mundo globalizado y lleno de aristas. “Siempre hay que ayudar, pero sin arrepentirnos de la suerte que podemos tener al estar en una posición privilegiada; las dos cosas no están en conflicto”, añadió.

Tras una travesía tan larga y repleta de vicisitudes, al final los aprendizajes recolectados son muchísimos. Por un lado, Carlos se supo afortunado y dimensionó las quejas de la vida diaria ante un panorama tan crudo como el sierraleonés. Por otro lado, redescubrió la importancia de la actitud para transformar realidades complejas y, muchas veces, apremiantes. Así, Carlos concluye sentenciando: “Cambia tu actitud y transforma tu realidad”.


EL INFORMADOR / ENRIQUE TOUSAINT

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