Lunes, 25 de Noviembre 2024
Jalisco | PUNTO CIEGO POR GABRIELA AGUILAR

Made in Tlajomulco

Alberto pasó por todos los empleos, pudo haber caído en lo más bajo, dice, drogadicto, ratero, pero no

Por: EL INFORMADOR

Gabriela Aguilar.  /

Gabriela Aguilar. /

Tiene 36 años, es dueño de dos casas, un terreno y disfruta estos días de calor y lluvia como nadie. El dice que ya trabajó muchos años y que ahora no le queda nada más que vivir la vida haciendo todo lo que le gusta. Si un día decide irse un mes a viajar, lo hace.

Si otro día piensa que es mejor quedarse y seguir trabajando, también. Y no le estoy hablando de un joven empresario o del hijo de algún político que esté amasando su fortuna, se trata de un hombre que carga bolsas, lleva y trae carritos abandonados en el estacionamiento de un supermercado y la hace de “viene-viene” a cambio de unas monedas y la satisfacción de ser libre.
 
La historia de Alberto es sorprendente de entrada, porque cuántos a su edad y con las condiciones económicas y laborales que imperan en México, tienen en su haber esas propiedades, la “soltura” de emplearse sin un salario fijo y regocijarse de la actividad que hace.
 
Este oriundo de Tlajomulco de Zúñiga, parece promotor turístico del municipio que lo vio nacer, habla de lo orgulloso que se siente por trabajar ahorita ahí y a la primera oportunidad se recuerda el tiempo que le queda para retornar.

Sí, a Estados Unidos, el lugar que le ha permitido ser quien es hoy. “Tenía 16 años cuando me fui hasta Tijuana, pasé fácil, me subí al trolley y luego llegué al centro de Los Angeles”.

Trabajó 18 años continuos de cinco de la mañana a ocho de la noche y se prometió que al llegar a ese número de años, regresaría a su país, viajaría a lo largo y ancho para conocerlo y justo a los dos de estar en territorio azteca, regresaría para festejar los 15 años de su hija.
 
“Viajé a Morelos, Veracruz, Hidalgo y como me gusta mucho trabajar, me invitaron a un jale en Guerrero y me fui todo un mes para allá”.

Haber conocido hace años en California a un empleado de la Secretaría de Comunicaciones y transportes, le permitió recorrer la sierra revisando teléfonos satelitales de las carreteras. Regresó hace unos meses a Guadalajara y para no aburrirse, ahora trabaja en lo descrito anteriormente.
 
Y como muchos otros mexicanos que abandonan su país para buscar una mejor calidad de vida, Alberto pasó por todos los empleos, pudo haber caído en lo más bajo, dice, drogadicto, ratero, pero no, él quiso ganarse cada dólar su green card y seguro social estadounidense de manera digna.
 
“Yo creo que le caí bien a Joe, un negrito que me dio empleo cosiendo ropa que mandaba a todas partes del mundo, él me arregló mis papeles”. No todo fue fácil: peleas callejeras que le dejaron cicatrices en su cuerpo, estancias en la cárcel por conducir ebrio y que pagó por tal de no perder los derechos que iba adquiriendo en el vecino país.
 
Tiene una casa “allá” y otra aquí. ¿Usted conoce a algún Alberto así?

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