Los tapatíos se ríen del apocalipsis anunciado

GUADALAJARA, JALISCO (21/DIC/2012).- Los rumores sobre el fin del mundo para hoy fueron muy insistentes, pero los tapatíos prefieren el escepticismo. Uno positivo, sin embargo, como el que intenta practicar el joven empresario Francisco Andrade, de 29 años de edad: “Hay que estar bien con todos, por si acaso. Las cosas las tomo con tranquilidad, y espero que, si en verdad hay un cambio, que sea para bien”. Se despide con una sonrisa: el “último día del planeta” lo pasará en familia, y con total tranquilidad.

—¿Cree en algo de lo que se ve en redes sociales?

—No. Dudo que nos vayan a pegar los meteoros y esas cosas; ya se vería algo, como una luz —responde con sarcasmo.

Al igual que él, ciudadanos tapatíos entrevistados por este medio marcaron su postura en claro ante esta creencia popular, que hoy inunda redes como Facebook y Twitter: que este 21 de diciembre sobrevendrá el apocalipsis es sólo una “predicción” que ha sido “malentendida”.

Humberto Álvarez tiene 48 años y es trabajador del Ayuntamiento de Guadalajara. Desde su óptica, sólo un ser supremo tiene el poder para decidir cuándo concluir con la civilización. “Es un cambio de era, nada más; y es lo que los mayas pensaban antes, nada más; yo no creo en eso”. Planeaba dormir tranquilo: si se acaba el mundo, “es mejor que lo agarren dormido”, pero insta a la comunidad temerosa de estas afirmaciones a que “no crea idioteces”.

Se le suma Juan Antonio Pérez, un policía estatal de 25 años que asevera que el fin del mundo llega para quien concluye un ciclo: “En sí, no pienso que se acabe el mundo. Ésas son predicciones mayas que (…) Yo no tengo rituales, pienso que esto va a pasar y no va a haber ningún cambio, sólo otro día y ya”.

Sany de la Mora, una enfermera mexicana que reside en Chicago, Illinois, visita a su familia en Guadalajara, pero advierte que de ninguna manera lo hizo por temor a no verla más luego del viernes. Para ella, el supuesto fin del mundo es una “tontería” que ha escuchado varias veces a lo largo de sus 40 años.

“Antes, por el inicio del año 2000; ahora, por lo de los mayas. Me da risa. Yo voy a pasar el día lo más normal del mundo. Si se acaba, pues ya Dios dirá, que no lo creo. A quienes sí piensan en eso, que lean más, que tengan un poco más de cultura y su mente más abierta. Sí nos estamos acabando el mundo, pero somos los humanos, al tener muchos hijos y estar matándonos por dinero”.

En las redes sociales el tema sirvió para el sentido del humor. Lectores de EL INFORMADOR expusieron su punto de vista en Facebook: Sandra Romo reveló que hará un maratón de películas; Elizabeth Cisneros festejará el cumpleaños de su pareja; varios tendrán noche de fiesta.

Pero también opinaron los lectores inconformes con lo “absurdo” del tema: Eduardo Arana dijo que piensa que son “preguntas tontas”; Esaú Chávez mencionó que “un periódico de renombre sale de contexto” al solicitar opiniones en este sentido, y Édgar Av Si refirió que se trata de “tonterías populistas”.

IGNACIO PADILLA, ESCRITOR Y ACADÉMICO
El problema es que el fin del mundo vende

Las sociedades actuales tienen ganas de que se acabe el mundo, al menos, para el prójimo con quien no se está en gracia, y este apetito —explica el escritor y académico Ignacio Padilla— es la base del éxito de todos los productos que se venden con esa etiqueta y todos los mitos que se inventan para tratar de predecir y explicar.

“Queremos el fin del mundo, pero para el otro; nadie aspira al fin del mundo imparcial. Queremos que el fin del mundo le ocurra al jefe, a la suegra”, dijo el escritor en pasada la Feria Internacional del Libro (FIL), durante la presentación de su obra “La industria del fin del mundo”.

Los mitos de un término del planeta llegaron hasta la NASA (Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio de Estados Unidos), que tuvo que crear en su sitio de internet un espacio sólo para preguntas frecuentes sobre este tema.

El problema es que el apocalipsis vende: pregonar la idea de una catástrofe que acabará con todo lo existente tiene eficiencia económica y política. El cine, la literatura y todos los productos creados a partir de esta idea son parte de la industria y la riqueza generadas a partir de esta creencia, expresa Ignacio Padilla.