Domingo, 24 de Noviembre 2024
Jalisco | Por: Paty Blue

Lo que ofende es la risita

SEGÚN YO

Por: EL INFORMADOR


No sé cuántos años más, de los muchos que ya han transcurrido en mi  existencia, habrán de pasar antes de que me decida a acatar con puntualidad lo que me dicta la intuición que, aunque ya no con la frescura de la infancia, me sigue funcionando con regular solvencia. Hasta parezco jovencita irreflexiva y discotequera, de ésas que primero muertas, antes que resignarse a pasar un sábado por la noche en la santa paz de su casa.

No en balde me revolqué frente a la perspectiva de acudir a una reunión nocturna, después de haber trabajado como burro todo el día. No por nada debí haber atendido a los reclamos de mi cansada humanidad, que me sugerían actuar con prudencia y no salirme a exponer el físico en una noche tormentosa y remojada que además recibí con beneplácito, por considerar que exorcizaría definitivamente el endemoniado calor de los días recientes. Razón de más para haberme guardado o haberme puesto a revisar los puntos en casa por donde el presente temporal podría provocar humedades y escurrimientos.

Pero ahí voy, con todo y reumas, como si se tratara de una manda imperiosa e inevitable, a la casa de las amistades en turno, con tal de no faltar a la palabra empeñada con anterioridad. Ya quedé y ora cumplo, me dije con esa férrea convicción de quien supone que el compromiso con los cuates demanda un rigor espartano que, aunque pasado por agua, no puede ser desestimado. Así que, bajo una lluvia tan pertinaz como mis afanes de quedar bien, llegué cuando la mayoría de los asistentes habían dado cuenta de tres o cuatro alipuses y suponían que tanto una servidora, como la botana con cuya promesa me adorné por anticipado, quedarían para otra ocasión.

En lo primero, se equivocaron porque tal vez ignoran que, llueva, truene o relampagueé, cuando quedo, quedo, y si no puedo, me disculpo a tiempo de que los anfitriones tomen otras providencias. Pero no podría decir lo mismo de la botana que ya tendrá otra oportunidad de lucimiento porque, aunque atenta a mi promesa de acarrearla y habiéndome esmerado en su preparación, la pomposa mescolanza con todo y su recipiente no trascendieron el ingreso de la casa. El piso mojado y unas botas de tacón que casi nunca uso propiciaron mi tardío y triunfal arribo con una vistosa machicuepa que dejó a los concurrentes con la boca abierta. Por los aires salieron volando todos los ingredientes que tras haber salpicado con su viscosa consistencia a los gentiles anfitriones que salieron a recibirme, aterrizaron sobre mi traqueteada anatomía que ya había hecho lo propio y yacía desparramada sobre un charco de lodo e ignominia.

Lo peor no fue tratarme de incorporar con múltiples fracciones de ajo, cebolla, cilantro, champiñón y aceituna adornando mi húmeda cabellera, sino mi empeño en hacerlo sobre un tendido de tepalcates que, hasta minutos antes de mi fatal descenso, constituían el recipiente más bonito y costoso entre mis haberes domésticos. Tomando en cuenta mi frondosa anatomía, más de alguno habrá discurrido solicitar los servicios de una grúa, pero aunque resquebrajada por el ridículo y averiada por el zapotazo, me erguí con insospechada diligencia hasta alcanzar la silla más próxima, en la que nuevamente me desplomé, para recibir esa ajena conmiseración entre risas que tanto duele.

El saldo no pasó más allá de leves raspones, cortadas y salvas partes abolladas, pero la autoestima es hora que no me sana, sobre todo después de haberme convertido en la referencia, el sarcasmo y el chascarrillo de una noche en que una docena de cuates rieron a mandíbula batiente y yo no debí haber salido de mi casa.

patyblue100@yahoo.com

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