Miércoles, 27 de Noviembre 2024
Jalisco | En tres patadas por Diego Petersen Farah

Lo que dicen las banquetas

La acera es el único espacio que habla al mismo tiempo de la sociedad y del gobierno

Por: EL INFORMADOR

Diego Petersen Farah.  /

Diego Petersen Farah. /

Las banquetas son como las uñas: hablan de nosotros más que cualquier otra cosa. Las uñas revelan quiénes somos: las uñas limpias hablan de higiene, las mordidas de nerviosismo, las postizas de ocultamiento, etcétera. Son, a fin de cuentas, catalizadores de la persona que tenemos enfrente. Lo mismo sucede con las banquetas.

A una sociedad se le conoce por cómo trata sus banquetas, porque la acera es el único espacio que habla al mismo tiempo de la sociedad y del gobierno; es la intersección de lo público con lo privado. La propiedad privada comienza en el borde de la calle, pero todos tenemos la obligación de ceder un pedazo de nuestra tierra al espacio público, y esa es la banqueta. Pero a diferencia del resto del espacio público, que tiene claramente al Estado como responsable, en la banqueta el ciudadano, el que habita la casa, es el encargado de mantener el espacio público.

La primera función que cumple una banqueta tapatía es el del tránsito de los vehículos hacia en interior de la casa. Es por donde pasa el coche en su camino a pernoctar en la cochera. La rampa para los autos es más importante que el paso de los peatones. Si para que el coche suba bien hay que hacer un desnivel en la banqueta, se hace, pues su majestad el automóvil no tiene porque tener obstáculo alguno.

La segunda gran función de nuestras banquetas es la de soporte de los servicios públicos. Si hay que poner un poste de teléfonos va en la banqueta; si hay que poner botes de basura, van en la banqueta; si hay que poner luminarias para iluminar la calle, no las banquetas, van en las banquetas. Bueno, el colmo es que hasta los anuncios ahora los ponemos en las banquetas. Si sobra espacio para el peatón qué bueno, y si no cabe, pues que se baje a la calle o se cambie de acera.

La tercera función es la de estacionamiento alternativo. Como los coches ya no caben en las calles ahora se autoriza con mucha facilidad hacer estacionamientos en las banquetas. No solo interrumpen como si nada el flujo de los peatones, sino que les dejan, cuando bien les va, el peor lado de la acera, la rampa de acceso al estacionamiento.

Finalmente, la última función de las banquetas tapatías es, ahora sí, la de la circulación no motorizada. Pero como alguien inventó que los peatones, a pesar de tener sólo dos piernas, son cuatro por cuatro, a nadie le preocupa que la banqueta pase de una casa a otra de piedra laja, a cemento, a ladrillo de cuadritos, a interceramic (ideal para matar cristianos en tiempo de aguas) a piedra bola o a cantera, a elección del habitante en turno.

Si hubiera que definir a los tapatíos por sus banquetas no habría duda: somos unos nacos, irresponsables que cuidamos más a nuestros carros que a nuestros hijos. ¿Somos o nos parecemos?

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