Martes, 26 de Noviembre 2024
Jalisco | En tres patadas por Diego Petersen Farah

Las paradojas de la riqueza

Entre más dinero ejercen, menor es la eficiencia real de cada peso

Por: EL INFORMADOR

Diego Petersen Farah  /

Diego Petersen Farah /

La riqueza súbita y momentánea es, a veces, peor que la pobreza. Como quedó claro en las conclusiones de la Auditoría Superior de la Federación, los estados y municipios usaron el dinero de los excedentes del petróleo en casi puras tonterías (el casi es cortesía). Los rubros que realmente aumentaron fueron nóminas y gasto de imagen. En promedio, los estados gastan 70% de su presupuesto en nómina. Este fenómeno que nos suena tan conocido en Jalisco es nacional y, como el alcoholismo, no respeta ni distingue diferencias (al menos eso decía el anuncio de la Secretaría de Salubridad y Asistencia en los setenta). Lo mismo sucede en los gobiernos del PRI, PAN y PRD, en administraciones de jóvenes políticos educados en Harvard o en las de los viejos dinosaurios. Todos actúan igual.

Por contradictorio que parezca para los gobiernos, gastar es un problema. No hay gobierno que ejerza su presupuesto de obra pública completo porque contratar obra, y más cuando está involucrado el Gobierno federal, es cada vez más complejo. En cambio, meter compinches a la nómina o comprar burradas no requiere inteligencia ni estudios ni pleitos con la casi siempre prepotente Federación (el casi esta vez es ironía). La gran tragedia de la primera década del siglo XXI es que, cuando se juntaron el bono petrolero, el bono democrático y el bono demográfico, no supimos usarlo para crecer.

Hoy, la gran discusión entre el Gobierno del Estado y los ayuntamientos es deuda. El Gobierno estatal busca el aval de los diputados para que le autoricen contraer deuda por cinco mil millones, mientras los ayuntamientos se quejan porque el Gobierno del Estado les está frenando la contratación de créditos para obra. A fin de cuentas, todos tienen razón en endeudarse para realizar obras que a la larga benefician a la ciudad y al Estado. Pero lo que es terrible es que si el Estado y el municipio ajustaran sus nóminas tendrían recursos suficientes paras esas obras. Pongo el ejemplo de Guadalajara porque es el más evidente, pero insisto: es igual en todos los municipios y el propio Gobierno del Estado. Guadalajara gasta al año más o menos dos mil millones de pesos en nómina y tiene 12 mil empleados. Cinco mil más que en 1990, cuando el municipio tenía 150 mil habitantes más. Si Guadalajara cortara una tercera parte de su gasto en nómina, es decir, que operara con ocho mil empleados, que son suficientes, la ciudad tendría cerca de 700 millones más al año para inversión pública. En dos años habría suficiente para toda la pavimentación hidráulica que plantea el gobierno de Aristóteles y sobraría para los chicles. Pero lo peor es que ni el Gobierno del Estado invertirá los cinco mil millones en obra ni Guadalajara tiene la capacidad para ejercer los mil 100 millones en este año porque la burocracia lo que fomenta es torpeza y lentitud en las decisiones.


Entre más dinero ejercen, menor es la eficiencia real de cada peso. Paradoja: la riqueza nos hizo más burócratas y más gastalones, pero no nos sacó de pobres.

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